Silver Sable

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En la fábrica que los hombres de Kingpin habían usado como guarida Spider-Punk sintió náuseas al ver sangre en suelo y paredes, extremidades amputadas, cabezas decapitadas y torsos cercenados con las tripas por fuera. No tomó foto de los cadáveres, no iba a complacer el morbo de la gente solo por una paga, no iba a deshumanizar a esos delincuentes aunque sin duda ellos lo habían hecho con otras personas.

Salió y se dijo así mismo que iba a impedir otra masacre entre los grupos criminales. Falló, durante las siguientes dos semanas sucedieron otros cinco ataques contra la gente de Kingpin: dos en Brooklyn, dos en Queens y uno en Manhattan. En cada una de las guaridas yacían cadáveres descuartizados. Los autores de tales matanzas trabajan en cuestión de segundos, cuando Spider-Man llegaba al sitio indicado por las alertas de su celular la masacre había acabado y no había rastro de los asesinos.

Un viernes, harto de no llegar a tiempo, se levantó a las siete de la mañana, se puso su indumentaria de Spider-Punk y se columpió por la ciudad para estar preparado. No ocurrió nada. Hizo lo mismo el sábado y el domingo, de nuevo sin incidentes. El lunes su celular le alertó sobre un enfrentamiento en Queens pero él se hallaba por Brooklyn y cuando llegó al lugar encontró a los subordinados de Kingpin segmentados en trozos de carne.

El martes no recibió ninguna alerta, el miércoles estuvo indeciso de cuál distrito rondar. En Brooklyn y Queens sucedían más de los atentados, lo mejor era estar en una de esas áreas pero al final se decidió por Manhattan y su instinto fue acertado, a las dos de la tarde su celular recibió una notificación, otra pelea, cerca de donde estaba.

Arrojó una telaraña a la cima de un edificio, saltó, se columpió una distancia de trescientos metros, soltó su telaraña y fue lanzado como por una catapulta a la dirección deseada. Repitió esa maniobra por segunda vez y llegó al sitio en menos de medio minuto. Era un ferretería minorista, el local era rectangular, expandido hacia el fondo. Spider-Man se sorprendió de la variedad de negocios que la gente de Kingpin usaba como guaridas, le debían funcionar como lavado de dinero, tenía que hacer algo al respecto pero por el momento su objetivo era otro, debía salvarlos.

Oyó disparos dentro de la ferretería, lanzó telaraña a un poste, saltó y trazó una curva hacia la entrada del local. La ferretería poseía estantes de metal a los lados que exhibían materiales y herramientas, en el centro un pasillo alargado donde solo cabían dos personas en su anchura y al extremo opuesto de la entrada se hallaba el mostrador de cobro. No había civiles dentro, solo hombres de Kingpin y una mujer de cabello platinado, todos al fondo de la ferretería.

Dos subordinados de Kingpin ya habían sido descuartizados, tres seguían con vida, dos disparaban a la mujer y el tercero iba directo al trepamuros.

—Detente —dijo Spider-Man y estuvo por arrojarle una red.

—¡Ayuda! —gritó el criminal en mitad del pasillo.

La mujer decapitó  con una espada a los que le disparaban, realizó una acrobacia por el pasillo, se colocó tras el criminal que pedía ayuda y le cercenó el torso de un lado a otro a pesar del chaleco antibalas que él cargaba.

—¡M!#$%! —gritó Spider-Punk, había llegado a tiempo y aun así no pudo impedir otra masacre.

—Oh, Spider-Man —la mujer de cabello platinado se irguió y lo miró sonriente—. Sabía que te aparecerías uno de estos días.

Aparte del cabello platinado la mujer sobresalía por tener un exoesqueleto plateado y fino que se adaptaba a su cuerpo y por sostener en las manos una espada de fulgor plateado.

—¿Perteneces a los bastardos del Grupo Silver? —preguntó Spider-Punk y cerró los puños—. ¿Otra dirigente igual que Hammerhead y Tombstone?

—Acertaste con lo del Grupo Silver, pero no estoy a la par que Hammerhead y Tombstone, yo estoy por encima de ellos.

Spider-Punk El Spider-Man AnarquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora