CAPÍTULO 36. EL DESEO DE UN CORAZÓN ARDIENTE Y EL ÁNGEL DE LA MUERTE.

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―¡Ah! ―el desgarrador grito de aquel hombre alado se alzó incluso por sobre la fuerte tormenta

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―¡Ah! ―el desgarrador grito de aquel hombre alado se alzó incluso por sobre la fuerte tormenta. Una parte de su ala rodó por el suelo―. ¡Maldito hijo de puta maricón!

A unos metros de él, aquel hombre vestido como indigente bajo su paraguas se puso de pie, tenía el rostro oculto bajo una capucha.

―¡Asqueroso vagabundo como te atreves! ―extendió sus alas y luego de regenerar el ala mutilada estas se volvieron plateadas―. Te encuentro culpable de herir a un miembro del ejército del nuevo y supremo estado y tu pena será la muerte... ¡muere!

Aquellas alas se alargaron hacia el andrajoso hombre a una gran velocidad, pero este las esquivó sin problemas, se sorprendió al ver como cortaron la pared a sus espaldas. Al parecer eran de un material metálico.

El hombre alado voló hacia él atacándolo con sus filosas alas a una gran velocidad, el hombre andrajoso se vio acorralado contra la pared esquivando los velocisímos ataques.

―¡Eh! ―exclamó el alado al esquivar un veloz corte―. ¿Una katana?... ¿quién eres? ―la lluvia caía intensa sobre ellos. El harapiento no le respondió―. ¿Acaso no puedes hablar? ―dijo mientras esquivaba los cortes.

Se sorprendió al ver que ese andrajoso hombre era extremadamente veloz tanto como él tal punto que podía esquivar el contraataque mientras lo intentaba decapitar. Estaban luchando a la misma velocidad casi imperceptible al ojo humano común.

―No eres alguien común entonces tendré que pelear en serio.

―¡Aaah! ―gritó el andrajoso cuando su contrincante le clavó las alas en sus hombros.

Lo estampó arrastrándolo contra las paredes alargando sus alas, luego lo dejó caer desde una gran altura, pero este hizo unos movimientos con su espada logrando minimizar el impacto de la caída. A penas tocó el suelo se vio rodando y esquivando el intenso ataque.

―Si no fuera por tu espada, hace mucho ya hubieras muerto ―intensificó la velocidad de sus ataques―. Tienes un arma de excelente calidad dime niño, ¿quién te la dio o acaso la robaste? No importa, igual será mía cuando te mate.

El misterioso hombre le lanzó sellos de papel explosivos, el alado se elevó escapando del humo y riéndose a carcajadas.

―¿Crees que eso será suficiente para chingarme, chamaco pendejo? Soy Israfel capitán del décimo batallón de los Cuachicqueh, no me llaman el Ángel de la Muerte por nada.

Voló como un Jet cortando la lluvia hacia el hombre mientras este corría entre los callejones. Llegado el momento el alado alargó sus alas para destruir todo debajo suyo, se elevó una cortina de polvo.

―¡Ah! ―el harapiento subió corriendo a una gran velocidad por su ala con su espada lista para cortarlo―. Pobre perro iluso ―la forma de sus alas se alteró fue como si las plumas se erizaran y crecieran como espadas.

Nuevo Génesis: la rebelión del ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora