CAPÍTULO 52. FUEGO DORADO.

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―¡No, Avis! ―gritó el capitán viendo como Avis desaparecía al interior de la nube oscura

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―¡No, Avis! ―gritó el capitán viendo como Avis desaparecía al interior de la nube oscura.

―Chico... ―murmuró Juan―. Ya entiendo.

La nube se cernió sobre ellos, pero a centímetros la muerte se detuvo y comenzó a retroceder.

―¿¡Qué está pasando!?

―¡No lo sé!

―¡No, no, no! ―comenzó a gritar el capitán―. ¡NO!

Toda la muerte estaba siendo absorbida por Avis, la nube de muerte entraba por su boca, el chico cayó de rodillas. Avis ladeó la mirada, los chicos estaban a salvo y unas lágrimas de sangre recorrieron su rostro, rostro afligido por un intenso sufrimiento y que estaba cambiando a un color oscuro y marchito.

―¿Qué está?...

Aléxandros corrió hasta Avis.

―¡Por favor detente!, ¡para!, ¡basta! ―pero Avis negó, pues si se detenía ellos morirían―. ¡Detente, Avis!... ¡AY! ―el capitán había intentado tomarlo, pero un escudo de rechazó.

Aléxandros se encendió en unas potentes llamas azules y golpeó con todo su poder ese escudo, pero no le causaba rasguño alguno, miró los ojos de Avis que se habían vuelto negros y este le sonrió aliviado. Cayó de rodillas.

Los demás intentaron romper el escudo, pero de igual forma no lograron nada Aléxandros gritó desesperado viéndolo morir.

La nube de muerte fue engullida por Avis en su totalidad, el circulo a su alrededor se desvaneció y él se desplomó, Aléxandros lo tomó en sus brazos. Avis sangraba por todos lados, pero aun así sonreía.

―¿Por qué?

En el cielo estallidos hicieron eco, la flota del reino de Andros atacaron a los seres alados y estos comenzaron a arder y precipitase a pedazos. La sexta trompeta permanecería en silencio.

―Avis ―decía Ruber―. Ganamos, detuviste el fin, mira, por favor no mueras... ¡era por esto que no quería que entraras a esto! ―comenzó a llorar.

―Niño ―susurró el capitán―. ¿Por qué? Más allá de este milagro... ¿por qué tenías que ser tú?, ya no habrá más, ¿verdad? Rompiste los milites establecidos y este es el precio, pero, aun así ―su cabello se volvió a encender―. Aunque sea una consecuencia inevitable ―llamas doradas los rodearon―. De una ley natural... ―sus ojos eran como brazas y su respiración un vapor ardiente―. ¡Yo no lo acepto! ―acercó su rostro al chico y ambos quedaron ocultos por enormes torbellinos de fuego dorado que los envolvieron, era un fuego con una potencia tal que los demás se vieron obligados a retroceder.

Eran una columna de fuego dorado compuesta por dos torbellinos entrelazados, brillaban intensamente, los restos de los seres oscuros fueron halados hacia el fuego y calcinados al instante, como si fuera una purificación del lugar, el sigilo se destruyó, los cielos tronaban y la tierra se estremeció.

Nuevo Génesis: la rebelión del ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora