CAPÍTULO 44. LA CAPITAL, PURGATORIO Y REDENCIÓN.

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―¡Aléjense! ―exclamó Juan a todos los individuos en la zona mientras corrían

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―¡Aléjense! ―exclamó Juan a todos los individuos en la zona mientras corrían.

La quimera se había convertido en una especie de masa acuosa que comenzó a expandirse e inundar el lugar, el líquido negruzco corroía todo a su paso reduciéndolo a nada.

―¿Qué pasa?

Una barrera de un color blancuzco apareció rodeando la zona.

―Son los de la casa de Obsidiana, una barrera, están tratando de contener a... ¡a esto! ―dijo Maysha.

―Un poco tarde, pero al menos se agradece la intervención ―comenzó Zeke.

―¡Suban! ―les indicó la Cuarto para que subieran sobre el dragón de hielo.

La masa llegó al borde la barrera y al contacto se creó turbulencia y pequeñas grietas, pero los Chamanes se mantuvieron firmes. Los chicos miraban desde el aire el gigantesco lago viscoso.

Zeke atacó con potentes relámpagos; Aléxandros, con fuego; y el resto, con lo que podían. Pero lejos de hacerle daño parecía multiplicar su volumen. De la superficie comenzaron a salir cientos de apéndices como si buscaran algo, la barrera estaba forzándose y llenándose de más grietas. La fuerza de la entidad era descomunal.

―Si esto continua la ciudad será vuelta mierda, solo un recuerdo. No quedaría nada ―murmuró Avis―. ¡Cap, mira, en esa azotea!

Era Alastor con un enorme pergamino rojo absorbiendo la masa en grandes cantidades. El capitán y Avis bajaron hasta él.

―¡¿Qué hacen aquí, es peligroso?!... ¡váyanse!

―Lo mismo te podríamos decir ―respondió el capitán.

―Estoy intentando sellarlo, pero se multiplica tres veces más rápido de lo que puedo adsorberlo. Como drenar el Nilo con un vasito. Esa barrera es genial, pero no tardará en ceder y los brujos morirán y con ellos la ciudad.

Avis se acercó al borde, la masa se removía misteriosa. Escuchó algo, pero no provenía de los chicos. Sintió como si una energía entrara en él, una sensación extraña. Parpadeó y en su ojo apareció aquel símbolo extraño. Volteó hacia el capitán y observó lo herido que se encontraba y su gesto de agotamiento.

―¿Avis?, ¡Avis! ―el capitán gritó quedándose sin aire.

El chico había saltado al interior del lago.

―¿Por qué? ―murmuró Alastor atónito con la mirada clavada en el lago―. ¡Espera lo intentaré sacar!... ¡ay, que pasa! ―cayó sobre su trasero.

Todo se estremeció. Se escuchó un lamento de dolor que provenía de todos lados. La superficie del lago se puso efervescente, un haz de luz se elevó al cielo como si la energía maldita fuera drenada mientras la masa se reducía rápidamente.

―¿Qué coño pasa? ―la bestia de hielo se acercó a ellos.

―¡Ah, no puede ser!... ¡Avis! ―dijo el capitán aliviado.

Nuevo Génesis: la rebelión del ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora