4 días después de la conquista.
Hadassa.
CONFUSIÓN...
Pude escuchar el sonido de un trago pasar por su garganta por la cercanía que tenía ese hombre para conmigo, y aunque me encontraba totalmente llena de miedo, levanté mi barbilla, retándolo con mi mirada.
—La muerte... no es castigo para nadie... —su voz era extremadamente gruesa, e hice todo mi esfuerzo por no estremecerme, porque mentiría si dijera que su presencia no consternaba a cualquiera—. Serás mi esclava hasta el día de tu muerte...
El hombre se apartó un paso hacia atrás, y luego llevó su espada a mi barbilla para levantarla mientras sonreía. Pude sentí un poco de ardor en la parte que se clavaba en mi piel, pero no me moví, ni tampoco estremecí mi rostro.
Nunca sería su esclava, y desde ahora, haría todo lo posible por ganarme una muerte rápida.
—¡Rashad, el misericordioso...! —volvió a decir el hombre más fuerte, e inmediatamente supe que se estaba burlando de mi padre, sin embargo, el público hizo un silencio y todos quedaron algo confundidos por su decisión—. Rashad... el misericordioso...
Volvió a decir en un susurro mientras apretó el puño en esa espada afilada.
Entonces, supe que era mi momento, tomé el impulso y me eché hacia delante para caer en ese filo de inmediato, pero este hombre predijo mi paso, y apartó inmediatamente su espada, y yo solo caí encima de él estrellándome contra su pecho.
Sus facciones se endurecieron todas, él me observó por largo rato estrellando su aliento agitado en mi rostro, mientras yo me concentré en el azul intenso de sus ojos.
Y como si me faltara algo peor por hacer, y ante la debilidad que me invadió, no lo pensé dos veces.
Escupí su cara.
La multitud pareció volverse loca, los soldados a su mando, incluso gente del público, quiso venir furioso hacia mí, pero una palma extendida de él hizo que todas las acciones se frenaran.
Inmediatamente, sentí un tirón de mi cabello, y supe que ese malvado estaba tomando mi cabeza con fuerza. De hecho, lo hizo hasta que un quejido bajo salió de mi boca.
No pude contenerlo por más que traté.
Su sonrisa siniestra se ensanchó, y luego, con fuerza, tiró mi cuerpo, obligándome a que me arrodillara a sus pies.
Era imposible pensar que no podía doblegarme. Tenía tres días sin comer, y mi cuerpo ahora solo reaccionaba por inercia, eso sumado a que este hombre triplicaba mi peso.
Mis rodillas tocaron el suelo arenoso, y su enorme mano solo inclinó mi cabeza, para que de forma forzada lo mirara.
—Ahora yo... seré tu dios... y así como todos, te inclinarás a mí...
Una sensación de miseria invadió mi pecho. Jamás iba a arrodillarme ante él por voluntad propia, nunca iba a adorar a un simple mortal, y jamás sucumbiría a tenerlo como a un dios.
Apreté mi mandíbula cuando todos a mi alrededor comenzaron ese maldito cántico de nuevo, y allí es donde mi di cuenta de que sí, ese demonio era un dios para ellos, y todos parecían tener ojos solo para él.
—Aun en mi espíritu... sigo de pie frente a usted... jamás será un dios para mí... porque usted es un simple mortal como todos nosotros...
Sabía que no todos me habían escuchado, y ese hombre pareció no consternarse por mis palabras, de un tiro dejó mi cabello, e inmediatamente una mujer, que se veía como un hombre guerrero, vino a tomar mis brazos y luego me abofeteó tantas veces que perdí la cuenta.
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UN REY PERVERSO
RomanceEsclavitud, guerra y el deseo de poseerla, es el menor de sus problemas...