CAPÍTULO 31

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Rashad.

LEALTAD...

Era imposible negar que el impacto fue mortal. Frío, duro y seco, como si de cierta forma, los cristales se hubiesen insertado en mi cuerpo, y el golpe hubiese roto mis huesos.

Por un momento me quedé quieto mientras sentía como la corriente, llevaba mi cuerpo de forma rápida e intentaba recuperarme. Intenté divisar algo en la profundidad, pero fue imposible, era de noche, el bravo caudal parecía más furioso que yo, y en nada ayudaba que siguiera sin respirar.

Sin embargo, una tela, extensa y larga, tocó varias veces mi rostro, y no dudé en tomar con fuerza un pedazo de esta, y halé con tanta fuerza, que, en un instante, un cuerpo vino a estrellarse conmigo.

Con potencia me empujé hacia arriba, y luego tomé una gran aspiración, volviendo el respiro a mi cuerpo. Intenté acoplarme al caudal y a su fuerza tratando de dar estabilidad a mi cuerpo, mientras con mi otro brazo abrazaba el cuerpo de Hadassa.

—Despierta... —gritando asfixiado, alterné de sacudir su cuerpo, pero ella estaba totalmente sin conocimiento.

Giré, traté de observar con afinidad en todo el río, pero luego me agité cuando vi me estaba acercando a una especie de fin. Debía ser una cascada, pero eso tenía su ventaja. Habría un pozo después de esto, y era una oportunidad para que nuestros cuerpos reposaran de esta embestida.

Di brazadas rápidas con un solo brazo, apretando a Hadassa a mi cuerpo, para llegar lo más rápido al final. En efecto caímos al nuevo pozo, del cual daba con la pequeña zona arbórea donde posiblemente se encontraban mis hombres.

Mi cuerpo estaba al borde de la impaciencia, y mi respiración ya quemaba mi garganta cuando tomé una mejor posición y nadé hasta el final del agua, apresurándome para ver la condición de Hadassa.

En cuanto llegué a la zona firme y sin agua, llena de rocas, recosté rápidamente a Hadassa en una de ellas, solo para ver que su cuerpo no tenía fuerza alguna y se desvanecía entre mis brazos.

—Despierta... —Apreté mis dientes mientras toqueteaba su rostro varias veces, y cuando vi que no respondía, comencé a empujar su pecho, como si estuviera masajeando su corazón.

Ella tenía que despertar, tenía que hacerlo ahora o yo iba a enloquecer. Pude notar que, en cuestión de unos minutos, líneas de agua salían de su boca. Tal vez había tragado agua lo suficiente como para que su cuerpo no aguantara, y por este hecho ella no lograba despertar.

Ante la desesperación, di un silbido que acostumbrábamos a hacer entre el grupo militar, para que mis hombres supieran dónde me encontraba, era necesario sacar a Hadassa de este lugar, y muy urgente que ella fuese atendida con rapidez.

Pero prontamente que despertara.

Volví a masajear su pecho colocando un poco más de fuerza, mientras los hilos de agua seguían saliendo de su boca. Hadassa tosió, lo hizo creando espasmos en su cuerpo y luego escuché un glorioso sonido:

Su respiración con bastante agitación.

Ella trató de abrir los ojos como si le costase demasiado, y cuando los posicionó en los míos, sus labios temblaron.

—Rashad... —su susurro fue leve, pero creo una sensación de alivio en mí. Uno sin igual.

—Estoy aquí... Mantente despierta, nos iremos pronto...

Pude notar una ligera curva en sus labios, por alguna razón ese gesto tan pequeño hizo que mi cuerpo se convulsionara, pero el calor que eso me provocó solo demoró un segundo, al ver que sus ojos se cerraron de nuevo.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora