CAPÍTULO 10

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Hadassa.

EL MOMENTO

Podía sentir el ardor en mis labios, podía sentir esa sensación que me estaba ahogando y ese tacto que estaba instalado ahora en mi brazo y cintura.

Ese hombre me estaba quemando, y yo solo podía observar su mirada azul que parecía hipnotizarme por un momento.

Ese martilleo constante en mi garganta y oídos me hizo parpadear, y luego pasé un trago cuando razoné sus palabras.

Me había llamado por mi nombre. Rashad sabía perfectamente quién era yo, y cómo me llamaba. Lo supo todo el tiempo, así que este momento no había sido para nada algo inesperado para él.

Traté de alejarme nuevamente, pero acto seguido, su palma reposó a mi lado izquierdo de la cara, mientras su cuerpo se pegó descaradamente al mío.

La situación en la que me encontré era así... yo estaba fría como un témpano de hielo, y él... caliente como el fuego.

—Sabes mi nombre... —afirmé sin despegar su mirada, y pude notar como una ligera sonrisa apareció en su rostro.

—Responde a mi pregunta...

Negué rápidamente.

—Se lo he dicho... no quiero luchar más... ahora soy parte de su reino. Cuando hay una traición de por medio, no hay nada más que esperar que un castigo... no sabía esto... no sabía lo que se estaba tramando... ahora solo quiero aceptar la voluntad de mi Dios... y si mi destino es servirle en este mes... lo haré. Lo...

—¿Quién dijo que será un mes? —su pregunta me bloqueó al instante.

Esto no podía ser cierto.

—Henna dijo que usted cambiaba sus servidoras cada mes... y... —el toqueteo de su lengua me detuvo, mientras un dedo vino a acariciar mi rostro.

—¿No has entendido acaso? —Su pregunta solo erizó mi piel. Su tono únicamente me provocó un estremecimiento. Como si lo que fuese a decir, me partiría en mil pedazos.

Negué rápidamente.

—Tú, serás mi esclava... mi esclava por siempre... y si mueres, les pediré a los dioses que sigas sirviéndome en la otra vida... —sentí que mi sangre se congeló al instante sin poder evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

—¿Por qué? —mi pregunta resultó ser demasiado baja.

—Porque en tus venas, corre sangre que traiciona... nunca podré confiar en una extranjera, y menos en una que lleva la corona de unos malditos que se creyeron que podrían con Rashad... ¡El hombre más poderoso del mundo!

Mi boca tembló y mis ojos me traicionaron cuando unas lágrimas cayeron por mis mejillas.

Me odié a mí misma por la debilidad que sufrió mi cuerpo, por ese colapso que estaba teniendo mi mente, y por esa flaqueza que me hizo querer morir nuevamente.

—No... no... no... —el hombre sostuvo mi mandíbula temblorosa, y luego la alzó para que mi mirada quedara firme en la suya—. Deberías considerarlo un privilegio... tú... una maldita traicionera, sirviéndome toda tu vida...

Quise gritarle todo lo que mi corazón ya no aguantaba. Quería decirle que él no era más que un simple mortal con poder, y más que tarde que temprano, vería caer su dinastía. Pero me contuve.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora