Hadassa.
CELOS...
En medio de toda mi conmoción, escuché cómo unos pasos se acercaron al pasillo donde me encontraba, y con rapidez, limpié mis lágrimas y peiné mis cabellos.
Por suerte solo era aquella señora, Ara, que de alguna forma me ayudaba desde que me cambiaron de habitación, y cuando me vio por primera vez, gesticuló una sonrisa.
—Iba a su habitación, señorita, buenos días... —en cuanto terminó la frase, ella cambió su expresión por una confundida.
Yo debía verme terrible.
—¿Se encuentra bien? —asentí rápidamente con un nudo profundo en la garganta.
—Estoy preocupada... ¿Usted sabrá en qué salón...? —mi pregunta quedó en medio camino cuando la vi sonreír de nuevo.
—El amo pidió su presencia...
Temblé... vibré como nunca, por mucho y por nada. No sabía qué decirle, o cómo mentirle, o al menos cómo ocultar lo que estaba destruyéndome. Este hombre era lo suficientemente inteligente, y por algo que no podía explicar me leía a la perfección.
—¿Aún está en reunión? —Ara negó con sus manos unidas.
—¿Quiere que le lleve el desayuno al salón?
—No... no tengo mucha hambre... pero muchas gracias, Ara...
Ella estuvo a punto de irse cuando tomé su brazo enseguida.
—¿Puedes acompañarme? No quiero perderme... —ella pareció un poco confundida, pero no negó a mi petición.
En silencio comenzó a caminar y yo seguí su paso en silencio. Pasamos varios pasillos y subimos algunas escaleras. Y en cuanto ella abrió ese salón lleno de pergaminos, esculturas y unas especies de antorchas encendidas por lo oscuro de la habitación, situé mi mirada al final del salón, donde Rashad estaba de pie hacia una ventana, más pequeña que las que acostumbraba a ver en el palacio.
—Cualquier cosa que necesité... —dijo Ara cerrando la puerta mientras me quedé con las ansias de esconderme tras de ella para siempre.
La puerta se cerró, pero Rashad no se giró hacia mí.
Tenía el pecho apretado y la nariz algo congestionada, así que en vez de correr tras él como de rutina, me quedé en el mismo lugar. Aun así, podía sentir una extraña tensión entre nosotros a pesar del tiempo juntos.
—Me mandaste a llamar... —rompí el silencio y luego me reí de mí misma, nunca aprendía, siempre era ansiosa. Pero culpaba a las emociones que gobernaban mi alma.
Ahora mismo no me sentía dueña de mí misma, todo dentro de mí y lo que extrañamente sentía por este hombre, me traicionaban una y otra vez.
¿Qué sentía por él? Aún no lo sabía con exactitud.
Pero si alguien me pidiera describirlo, podría decir que sentía una necesidad irremediable por estar cerca. Esto se asemejaba en algo de lo que estaba dentro de mí.
—Me dijeron que saliste de la habitación preguntando por mí... —el hombre se giró, quedándose en el mismo sitio. Pude ver que había una ira contenida en sus ojos, además de su cuerpo tensionado—. Pero, de ese momento a este, ha pasado mucho ya... ¿Dónde estabas?
Mis ojos se abrieron. Sentía literalmente como las venas de mi cuello palpitaban incesantemente.
Y de cierta forma me aterré. Por nada del mundo podía poner la vida de mi hermano en peligro. Yo no podía salir de aquí, por más que Alhamar dijera que era seguro y que tenía gente a su alrededor.
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UN REY PERVERSO
RomanceEsclavitud, guerra y el deseo de poseerla, es el menor de sus problemas...