CAPÍTULO 46

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Hadassa.

REBELDÍA...

—¿Desde cuándo estás en Radin? —en medio de mi respiración agitada, traté de negociar.

Pelear con él era perdido, no quería, ni podía hacerlo.

Rashad no se giró, pero respondió a mi pregunta.

—Hoy...

—¿Dónde has estado en este tiempo? Quiero decir... tus hombres dijeron que no has estado en el palacio de Babel...

—Tengo asuntos que atender... —en ese momento se giró hacia mí, y clavó su mirada en mi sitio—. Principalmente, estoy aquí, por la invitación que recibiste... no por el discurso que ibas a dar...

Mi ceño se profundizó levemente, y luego me levanté despacio.

—¿Qué invitación? —ahora solo tenía viva las palabras de que quería ver a su hijo, por lo tanto, olvidé todo lo demás.

—La invitación de Labán, claro está... —él dio los pasos de forma lenta y luego se detuvo frente a mí—. No irás a ese encuentro.

Negué varias veces.

—¿Cómo sabes que tengo esta invitación?

Su sonrisa se ensanchó mientras negó.

—Sé todo lo que pasa a mi alrededor, Hadassa... y por supuesto sé que reinos están invitados a ese evento.

Apreté mi mandíbula al recordar que él sabía lo que pasaba en Radin desde el principio, y que todo que lo que había hecho para esconderlo de él, había sido en vano.

—Radin no puede cerrarse a los negocios, y a las alianzas con otros pueblos... —levanté mi rostro al responderle.

—No... tú solo te vas a unir y tener alianzas con mi reino... solo harás negocios conmigo —solté un bufido de burla queriendo dar la vuelta para caminar, pero su mano tomó mi brazo—. Vuelve a hacer eso...

No entendía cómo podía surgir toda esta ira dentro de mí cuando él pretendía ser mi dueño. Pero era evidente que todo se descontrolaba y por más que intentara darle un freno, era imposible.

—Escucha... —di un paso hacia él de forma furiosa; sin embargo, Rashad no se inmutó, y únicamente se quedó mirando mi boca.

—Lo hago... aun así, me es difícil concentrarme, así que solo hazme caso. No irás, punto.

Todo se arremolinó en mis puños, y fui en contra de él mientras con toda mi fuerza lo empujé, y comencé a golpear su pecho.

—¡Tú me dejaste ir...! Tú... —aunque odiaba hacerlo una y otra vez, mis lágrimas cayeron rápidamente—. Tú solo dejas... —sus manos atajaron mis brazos y luego me abrazó con fuerza mientras nuestros rostros se juntaron tanto que su mandíbula tocó mi cabeza.

Levanté mi rostro tratando de quitarme de su agarre, pero su fuerza era monumental al lado de la mía.

—Cállate, Hadassa... —él sacudió mi cuerpo apretando sus palabras y con su mano, tomó mi mandíbula duramente. Luego de eso, pegó sus labios a los míos, pero no me besó—. Esto lo hice por ti, no por mí... lo sabes...

Podía sentir su aliento caliente, y su olor solo me perturbó la existencia. Mis ojos se cerraron de golpe mientras continué escuchándolo.

—Yo nunca te he dejado sola, mis ojos siempre han estado aquí, contigo... entonces no me jodas diciendo que te dejé, cuando has sido tú, que se ha ocultado durante todo este tiempo... todo este tiempo has escondido a nuestro hijo, lo has mantenido bajo las sombras, solo para decirle a tu pueblo que su padre está muerto, ¿En qué estaba pensando?

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora