CAPÍTULO 23

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Hadassa.

CONDENADA...

Nuestras miradas estuvieron unidas por mucho tiempo mientras mi mente solo hacía conjeturas y trabajaba a un ritmo desenfrenado.

Por primera vez en mi vida algo dentro de mí hizo un detenimiento, conectando mi mente junto a mi latido, por primera vez creí en esa mirada que deseaba odiar con todas mis fuerzas.

Porque cualquiera que pudiera verme ahora, me describiría como una persona que no tiene cordura ni juicio, y en este momento me pregunté si realmente hasta mí mismo Dios estaba decepcionado de mí.

Yo estaba decepcionada de mí, y sabía que mi familia también lo estaría. De eso estaba segura.

De un momento a otro, todos mis pensamientos se disiparon cuando vi un gruñido en su rostro, y mi respiración se agitó cuando vi el charco de sangre en su cama.

Había una herida en su estómago que él mismo apretaba, y en su hombro otra profunda, que goteaba constantemente bañando todo su brazo.

—Déjame hacer algo por ti... Por favor, estás sangrando mucho.

—Sé mía... —Rashad haló mi brazo como si todo su cuerpo no estuviera conmocionado y luego enredó sus dedos en mi cabello, tomando mi nuca para pegarme a su cabeza—. Tomaré de tu vida, de tu aliento...

La sensación que había en mi pecho sobrepasaba mi entendimiento, yo podía describir esto como si fuese nada y todo a la vez, como si cuando este hombre me miraba, iba a otro mundo y razonaba como otra persona, como si una mujer desconocida sucumbiera de mí, haciendo a un lado todo lo que era.

—Rashad... ¿Por qué? ¿Por qué estás haciendo esto? —el hombre se quedó quieto por un momento frunciendo su ceño al punto más hondo. Estaba viendo a ese hombre que intentaba parecer diferente, pero cuando sentí el tirón en mi cabello, supe que el demonio había retomado el control.

—Porque puedo... Porque, si quiero tirar de mis dioses, lo hago, si quiero repetir mi doncella, cedo a mi deseo, Hadassa, no hay nada nuevo en esto.

—Nunca has estado con una mujer más de una vez... —intenté interpelar.

—¿Y qué? Eso no te hace especial, te hace...

Tapé su boca de inmediato con mis dedos mientras mi garganta se apretó. Estaba segura de que iba a usar un puñal para herirme, y que no creyera que esto era algo fuera de lo común.

Lo callé no solo para que no me lastimara, realmente lo hice porque sabía que, a pesar de ese daño, iba a seguir aquí.

Me había convertido en su esclava, Rashad había creado unas cadenas invisibles que ataron mi alma, y mis entrañas, y que cada vez que movía su mano, me llevaba hacia él, pero causaba un gran dolor en el movimiento.

Una a una, mis lágrimas brotaron de mis ojos. Estaba condenada de cualquier forma, estaba perdida.

—¡Maldita sea! ¡No llores...! No seas débil, no lo seas... —cuando un sollozo amenazó mi garganta comprimida, Rashad vino a atrapar mi boca con evidente angustia.

Su respiración no era normal, sentía que luchaba por tomar el aire mientras sus brazos comenzaron a rasgar mi vestido sin ninguna ceremonia.

Mis pechos y todo mi cuerpo quedaron a su merced mientras, sin poder evitar, me mojaba con su misma sangre que no desistía de brotar de su cuerpo.

No podía parar de llorar, estaba conmocionada por todo. Por lo que estaba sintiendo, por la preocupación, por el dolor que sentía, por el éxtasis del momento, y porque estaba aterrada por la condición de Rashad.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora