CAPÍTULO 12

754 56 0
                                    


Hadassa.

LUZ...

No...

No puedes dejar que manipule tu mente, no puedes dejar que tomé lo único invisible que puedes ocultarle.

Su mirada azul seguía en mí en cada paso que dábamos de vuelta al palacio, mientras la sensación de amargura hacía más pesado mi cuerpo.

Alcé mi mirada a este cielo radiante, y luego pensé en Caleb.

Dios... solo quería que mi hermano estuviera bien, él era mi única esperanza para levantar la honra de mi familia y para no sentirme tan sola en este mundo, pese a que él no estaba conmigo.

Solo el pensamiento de que podía estar en cualquier lugar, luchando y buscando alguna forma de llegar a mí, era suficiente como para aliviar mi corazón perdido.

—Señor... los invitados han llegado... —esta fue la información que le dieron a Rashad cuando nos bajamos de los caballos, y yo decidí escurrirme para irme a la habitación.

—¿A dónde vas? —su mano me detuvo.

—A la habitación...

—¿No has escuchado que tengo invitados?

No entendí nada a lo que se refería, pero no podía ser que él quisiera que su esclava estuviera presente en medio de sus invitados.

—¿Qué debo hacer? —pregunté, porque Henna nunca me habló de esta parte.

—Estar detrás de mi silla todo el tiempo... puedo necesitar de algo en algún momento...

A estas alturas torcí los ojos ante la oración rayada que él tenía para mí, pero me obligué a seguirlo. Y en cuanto llegamos a un gran salón, donde no había estado nuca, unas personas, que anteriormente estaban sentadas en una larga mesa de lujo, se pusieron de pie ante nuestra entrada.

Permanecí distante y me quedé de pie a unos metros, viendo cómo un hombre con vestimenta de realeza, saludaba efusivamente a Rasad, y luego, en un segundo, compartió un abrazo.

Era anormal ver este tipo de cosas en un hombre que tenía la fama de crueldad, y por un momento pude notar una mediana sonrisa en su rostro.

El guardia me llamó para que me pusiera detrás de la silla del hombre una vez se sentaron, y luego de estar allí, no pude evitar detallar a ambos hombres que no dejaron de ver detrás de la silla.

—¿Es tu doncella? —uno preguntó y Rashad negó inmediatamente colocando su copa a un lado de la mesa.

—Ella es... la princesa de Radin... —Tanto yo, como los hombres, abrieron los ojos ante el impacto—. Y ahora... es mi esclava personal, mi servidora... ¿Qué les parece?

Uno de ellos sonrió con malicia, pero el otro, dejó los ojos en mí por un momento mientras negó.

—¿Puedes hacerla que se retire...? Nuestra comida es de intereses y negocios, Rashad... creo que...

—Alhamar... lo que tú creas, no es de mi incumbencia... ella está aprendiendo todos los días, y en cada paso que doy, le enseño lo que es la lealtad... así que, comencemos...

El hombre volvió a reparar en mí por un momento, mientras mi ceño se frunció ante su escrutinio, y un chasquido de dedos de parte de Rashad, lo hizo desviar la mirada.

La comida fue servida, mi estómago crujió, pero bajé la cabeza para no alimentar la ansiedad. Ellos hablaron de negocios, de guerra, y de los pueblos que se escuchaban estaban unidos a este plan de traición.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora