CAPÍTULO 32

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Rashad.

OBSESIÓN...

Todo dentro de mí se hizo un caos. Intenté pasar por alto su mirada de angustia, traté de hacer mi mayor esfuerzo para reducir la conmoción que sus palabras y lo que sus ojos me estaban causando.

Pero no pude...

Había una mezcla de ira, de rabia y de esa sustancia extraña que cada vez se hacía más viva en mi cuerpo que provenía de Hadassa. Cada vez se hacía fuerte, e incluso se comparaba con lo que pude sentir por Malek cuando lo dejé aquella vez.

Esta situación tibia que de alguna forma me creaba agonía, me hacía pensar diferente, y desequilibrarme al mismo tiempo, tomaba fuerza cuando esos ojos llenos de eso, desconocido, se clavaban en mí como una daga mortífera, pero que a la vez me daban otra especie de vida.

El aliento literalmente quemó mi garganta y ese dolor en el pecho, en este punto ya era insoportable de sostener.

—Cállate... —mi boca susurró de forma lenta, dolorosa y quebrada, pero esta mujer nunca tenía un límite, y yo nunca se lo colocaba.

—Ya... estoy entendiendo todo... —sus labios chocaban uno a otro con fuerza por el temblor que dominaba su cuerpo, mientras en su frente se escurrían gotas de sudor.

No entendía nada de lo que decía, porque ahora solo estaba concentrado en mantenerla viva.

—No hables ahora... —coloqué mi dedo en su boca mientras sus ojos se cerraron como si el contacto que hice, estuviera haciendo el mismo efecto, como lo estaba sintiendo ahora mismo en mi cuerpo.

—Debo... necesito que sepas que... mi Dios, no está con Caleb en esto... no...

—No quiero hablar de ningún dios ahora...

Hadassa tomó mi mano en sus dedos fríos y negó.

—A pesar de tu maldad... nu... nuestro Dios nunca se pondrá del lado injusto, Rashad... él permitió que viniera a este reino... para que pudiera entender, que no es nuestra sangre o nuestro pueblo... es... nuestro corazón...

Me quedé detenido observándola por un momento, Hadassa estaba tratando de decirse a sí misma esta confesión, y podía ver que la decepción en su alma, estaba doliéndole más que sus huesos rotos.

—No me importa nada de esto... —atajé su boca para hacerla que me mirara—. No importa que vea tu dios, de igual forma no podrá hurgar en mí, nunca...

Ella negó, pero vi como su sonrisa se ensanchó a pesar de su delirio.

—Puede verlo, claro que sí... puede hacer todo...

Esos ojos marrones, oscuros, y llenos de palabras se cerraron de nuevo... entonces me apresuré en sostener su cabeza débil que se fue hacia un lado. Sus lágrimas se esparcieron por ambas mejillas y su temblor se intensificó.

—Hadassa... —solo se escuchó mi aliento, y luego, me apresuré en llevar mi boca a sus labios que estaban tan calientes que el beso solo demoró unos segundos—. Hadassa...

La moví insistentemente, pero ella no reaccionó.

—¡¡¡Edom!!! —el grito me dolió en la garganta; sin embargo, unos segundos después de esto, escuché como la puerta se abrió y él apareció con dos mujeres detrás de su espalda—. ¡¿Por qué tardaste tanto, maldita sea?!

—Lo siento, señor... yo...

—¡No hables! ¡Haz algo!

—Sí... por supuesto...

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora