CAPÍTULO 7

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Hadassa.

DECLIVE

El espacio no era normal, las presencias y el aura que desprendía la situación, tampoco lo era.

Todos y cada uno de los hombres, a excepción de Kalesha que era la única mujer presente aparte de mí, me observaron con precisión ante mi entrada. Tal vez fue porque no seguí la indicación de Henna, tal vez porque había irrumpido con su reunión importante, o, tal vez, porque su rey se puso de pie al instante de mi llegada, y me miraba con evidente furia.

Por un momento, sentí que en mí había un poder invisible, como si de cierta forma, yo hubiese tambaleado la estabilidad de este reino por un momento.

Era una estupidez pensarlo, pero era lo único que podía sentir.

—Aparten la mirada... —la indicación del rey, instantáneamente fue seguida por sus súbditos, pero no por aquel hombre que estaba a su lado.

Solo pude notarlo cuando los ojos azules que estaba viendo en mi dirección, se giraron hacia él con el ceño fruncido, y vi que susurró palabras imposibles de escuchar desde mi distancia.

Aquel hombre no parecía un guardia, o un peón de su mano. Este más bien parecía alguien de la realeza, por su forma de vestir y su porte.

No parecía reverenciarlo como los demás, pero, aun así, siguió la indicación y apartó su mirada respondiendo ante el susurro.

Vi como la cabeza de Rashad negó y luego sentí como Kalesha se adelantó a venir a mi encuentro.

—¿Qué crees que estás haciendo? —ella apretó sus palabras muy cerca tratando de no ser escuchada por los demás, y luego me miró con dureza—. Ve a sus pies...

Tomé el aliento y pasé un trago rudo.

Caminé con soltura de forma descarada y galante por el camino mientras vi las miradas de los dos hombres delante de mí, detallar mis pasos.

Me detuve frente a Rashad, y luego sin más asentí con la cabeza.

—¿Se le ofrece algo a...? —mis palabras no salían—. Mi rey...

—No... —escuché su respuesta—. Solo quédate...

Asentí con firmeza y luego giré hacia su lado donde el hombre continuaba detallándome con una especie de sonrisa. Inmediatamente, afirmé hacia él también, pero mi mandíbula fue atajada por el malvado.

Mi rostro literalmente fue pegado al suyo mientras vi cómo masticó sus palabras.

—No puedes ver hacia otra parte que no sea a tu amo... ¿Entendido?

Apreté mis dientes mientras el aliento volvía a desfallecer ante su contacto, y a la tibieza de su aire.

Asentí nuevamente, pero su mano se desprendió de mi rostro cuando alguien llamó a la puerta con urgencia.

—¿No entiendo cómo pueden interrumpirme en una reunión tan importante? —él hizo la pregunta, y todos sus lacayos y guardas se pusieron alertas.

—Señor... un paquete de Ur... el último pueblo que...

El hombre sonrió con malicia ante Kalesha y luego haló mi brazo para colocarme a su izquierda.

—Por supuesto... tráelos aquí...

Pude sentir la tensión de la situación, no sabía qué iba a pasar, hasta que escuché al hombre que estaba a su lado.

—Estoy excitado por presenciar esto...

Rashad solo lo observó por un momento, y luego las puertas se abrieron.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora