CAPÍTULO 50

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Rashad.

ENTREGA...

Podía sentir todo eso de lo que ella hablaba dentro de mi cuerpo, como si cada una de mis partículas quisiera estallar para poder gritar la euforia que me consumía. Su confesión había puesto en juego mi cordura y todos los planes que tenía para con Hadassa, y si todo este tiempo la había mantenido lejos porque necesitaba protegerla, ahora no podía cumplir mi promesa.

Caminé rápidamente, y cuando vi que ella jadeaba por la rapidez, fue allí donde recordé que solo tenía menos de un mes de haber dado a luz a mi hijo.

Me detuve por un momento y levanté su cuerpo para llegar a esta parte del palacio de Labán más rápido, donde sabía que no sería interrumpido.

Hadassa se quejó más de una vez, y cuando estaba en el punto, en medio de dos paredes, solo la dejé caer, mientras todo su cuerpo se restregó en el mío lentamente mientras moría por su cercanía.

Mi entrepierna estaba tan dura como una roca, pero cuando bajé a su pecho, y mi como su ropa comenzó a mojarse, algo dentro de mí estalló.

—¿Qué te ocurre? —me precipité a tocar su tela, y ella se resistió con las mejillas rojas por la vergüenza.

—¡Dios...! Yo... esto es leche... creo qué...

Mi mandíbula se apretó duramente. Era cierto, ella estaba alimentando a nuestro hijo, y el que él no estuviera, pudiera tenerla en ese estado.

—¿Está pasando hambre ahora? —mi tono era preocupado, pero algo retorcido en mí únicamente me hacía pensar y desear en besar sus pechos y probar de ese líquido que solo me estremecía.

Ella negó rápidamente mientras sus labios abiertos me pedían a gritos que me la comiera entera.

—Elisama... ella es experta en esto, sacamos la leche suficiente mientras llego a Radin... no entiendo por qué ahora se derrama...

Pude ver como sus ojos se nublaron y no pude soportar que me encantara ver su inestabilidad emocional.

Necesitaba algo porque iba a explotar en cualquier momento, Hadassa estaba volviéndome loco.

Llevé mi mano a sus pechos húmedos sin poder resistirme y los apreté mientras ella trató de quitarme.

—Rashad, no...

—No hay nada de ti que no sea mío... así que no te niegues a mí nunca... —apreté más duro sus dos pechos ahora, y en este instante sentí mis manos húmedas.

Podía correrme incluso sin estar dentro de ella, y su rostro jadeando de placer por mi toque hizo que me olvidara del mundo. Trate de quitar la tela, el vestido que cargaba podía desabrocharse por detrás, y mi habilidad me ayudó mucho para resolver mi problema.

Quería morir de la excitación cuando sus pechos estuvieron expuestos hacia mí, pero mi mandíbula se contrajo cuando ella los rodeó con sus brazos para taparlos.

—Esto es una locura, alguien puede vernos...

Manoteé su mano y luego la alcé para poder tenerla a mi altura.

No di un aviso cuando mi boca succionó uno de sus pechos y todo su cuerpo se inclinó hacia atrás. La boca se me llenó del sabor de su líquido y sentí como si mi intimidad se desgarraba.

—¡Rashad...! —su sonido me alteró lo suficiente, y en medio de toda esta tela que nos separaba, metí mis manos y busqué sus piernas para posicionarlas en mi torso.

—Te lo dije una vez, serás mía por la eternidad... —ella me observó angustiada mientras tomé mi anatomía entre mis manos y centré mis ojos en ella—. Desde hoy, aunque me lo supliques, no te dejaré ir nunca... te duela, te moleste o patalees como la niña que eres, te tendré bajo mi posesión para siempre...

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora