CAPÍTULO 38

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Rashad.

GRAN VERDAD...

Detallé como Caleb enderezó su espalda, y por supuesto me dio la cara sin parpadear, pero los ojos de Hadassa en él, seguían suplicándome.

—Golpeaste a tu hermana... y jodiste tu única oportunidad... —traté de hablar con calma, intentando contenerme todo lo que podía.

—No quiero una maldita oportunidad... te pudrirás en el infierno de todas formas... —el hombre escupió las palabras con evidente rabia, mientras mi sonrisa se ensanchó hacía él.

—Estoy seguro de que entrarás primero que yo... —me monté en el caballo y él se quedó mirando un poco esperanzado al ver que no lo llevaba conmigo, pero de un momento a otro, enredé sus cabellos en mi mano de forma segura, y golpeé el caballo para que comenzar a andar a paso mediano.

Caleb comenzó a trotar al ritmo del animal, y yo le di inicio a mi venganza personal para con este hombre.

Quebré su primer brazo mientras su grito perforó mis oídos, pero las filas de mis hombres no se inmutaron ante lo evidente.

Alhamar iba amarrado al caballo de Nabu, como petición personal, y luego divisé a Joab, que seguía quejándose por sus ojos. Su equilibrio era el peor de todos, así que en este punto la piel de sus rodillas ya estaba completamente fuera de sus huesos.

Misael solo estaba moribundo, le proporcioné una herida mortal, y quizás, no aguantaría en llegar al palacio con vida.

Me giré nuevamente ante la súplica del brazo colgando de Caleb, y con el pie, quebré su otro brazo con bastante saña de mi parte. Sus chillidos me estorbaron y solo me agaché a su altura para cachetear su mejilla, indicándole que me mirara con rapidez.

—Sé hombre... tu hermana es mil veces más fuerte que tú...

—¡Hadassa es una maldita! —gritó en respuesta de su dolor, y no pude detenerme en el caballo para bajarme y partirle las dos piernas en varias partes con mis patadas incesantes en su cuerpo.

Su llanto se intensificó a tal punto que ya quería callar su boca, y ante la desesperación, tomé la daga y traspasé sus dos labios con ella, al menos para que los sonidos quedaran amortiguados en su garganta durante el camino.

—No te mueras rápido, aunque eres alguien sin importancia para mí... te necesito vivo por más tiempo.

No quedaba mucho para llegar al palacio, entonces subí al caballo y ordené ir más de prisa, antes de que el amanecer tocara nuestras puertas.

Los grandes portones se abrieron mientras nuestros soldados proclamaron nuestra victoria en voz alta, las puertas quedaron abiertas por mi orden, y los cuatro prisioneros, fueron lanzados al patio principal del palacio, mientras fue evidente que Misael ya no estaba con vida.

Chasqueé mi lengua lamentándolo.

Sus respiraciones se escuchaban entrecortadas, y fue hacia Misael, para cortar su cabeza mientras Nabu colocaba un palo en ella, y la mostraba a todos los presentes.

Mis guerreros hicieron un sonido levantando un puño hacia el cielo, mientras el aire de plena mañana refrescaba mi rostro mojado de sudor y sangre.

Caminé con naturalidad divisando mi alrededor, era un campo de sangre y de un olor indeseable donde posara mi vista y nariz, pero esto era solo la gloria de Babel, y de lo que vendría para mi reino de ahora en adelante.

Llegando ante las escorias, me pasaron una lanza especialmente para Joab. Y aunque el maldito no podía verme, traspasé su cuerpo con ella mientras él se retorció ante la intromisión, y tembló por un tiempo hasta que dejó de hacer sonidos.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora