CAPÍTULO 27

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Hadassa.

CALEB...

Cuando tuve el valor de levantarme e ir a mi habitación, pensé que cuando saldría a caminar a los jardines, o a alguna parte del palacio, me toparía con Rashad en cualquiera de mis caminos. Pero la verdad fue que cuando anocheció, no obtuve alguna respuesta de su paradero.

Estaba ansiosa en saber si cumpliría con su palabra, y cuando no pude más con mis nervios, me dirigí a la habitación, solo para comprobar que él no se encontraba allí y estaba totalmente vacía.

Había dicho que se iba por la mañana, entonces... ¿Por qué no lo encontraba por ninguna parte?

Reflexionando en esto, únicamente pude recordar su última mirada de aquel pasillo. Parecía sincera, como si hiciera una promesa, como si me dijera que algo iba a ser diferente cuando regresara.

Justo cuando iba a doblar escaleras arriba para volver a mi habitación, mi cuerpo fue atajado, y mi boca fue tapada de inmediato, evitando que un grito débil saliera de mi boca.

No reconocí el olor de la persona, no podía ser Rashad de ninguna manera porque cuando comencé a patalear para que esos brazos me soltaran, y además me dejaran respirar, estos no cedían.

Estaba siendo arrastrada mientras luchaba, su agarre se volvía más fuerte descontrolando mis sentidos, y cuando por fin mi cuerpo se soltó, caí al piso en un salón oscuro, que apenas se iluminaba por el reflejo del patio, que entraba por la ventana de barrotes.

Rápidamente, me levanté sacudiendo mi cuerpo, mientras mi agitación crecía dentro de mí. Pude ver que el hombre tenía una capa, y que poco a poco iba apareciendo en el resplandor para poder ver su cara.

Me pegué a la pared detrás de mí cuando comenzó a quitar su capa, y antes de que pudiera retirar todo su cubrimiento, jadeé solo para ver que unos cinco hombres aparecían detrás de su espalda.

—Soy Alhamar... no temas... —por fin pude comprobar que sus palabras eran verdaderas cuando me mostró un rostro carente de emociones. No parecía ser el mismo que solía compartir las comidas, o los ojos que temían a Rashad.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté con un hilo de voz, al ver que los hombres tenían el mismo aspecto que él.

—Tú no vas a irte de este palacio por tu propia voluntad, me lo estás dejando claro... ahora creo que, Caleb tiene razón...

Mi ceño se frunció de inmediato, y luego di los pasos.

—Caleb no puede venir aquí, Alhamar, Rashad lo asesinaría...

—Es bueno que sepas eso, porque últimamente parece que has olvidado quién es el asesino de tus padres, el destructor de tu país...

Mis pies se detuvieron ante sus duras palabras, y supe que algo no estaba bien en él. Sin embargo, me hice la tonta, carraspeé un poco y crucé mis brazos sin demostrarle el menor temor.

—No puedo ir... no puedo verme con mi hermano. Rashad tiene los ojos puestos en mí, en cada paso que doy...

—Definitivamente, tiene los ojos puestos en ti... todo el reino lo sabe. Eres la única que no se da cuenta de ello, ni tampoco del peligro que corres cada día en este palacio.

—¿Qué quieres decir?

—Hadassa... —él dio un paso hacia mí y yo retrocedí dos—. Hay gente que venera a este hombre más de la cuenta, y tú eres un impedimento en sus caminos... pero es perdido hablarte de esto ahora, tus ojos no van a verlo por más de que lo pongan en tu frente.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora