CAPÍTULO 48

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Hadassa.

REUNIÓN...

Esparcí muchos besos en mi bebé que aún dormía, sintiendo una punzada dentro de mi pecho por dejarlo un día entero sin mi mirada fija en él. Pude ver como Aarón se removió haciendo unos sonidos encantadores, pero siguió con sus ojos cerrados, y yo decidí girar hacia Elisama que nos observaba con una sonrisa.

—Lo cuidaré con mi vida... lo juro... —ella expresó mientras asentí rápidamente.

Debía irme lo antes posible, si partíamos en este momento, antes de que incluso se asomara la luz del día, llegaríamos sin ningún retraso, y entre más rápido me fuera, más temprano estaría en casa de nuevo.

Le di un abrazo a Elisama encomendándole con el alma a mi hijo, y salí del palacio viendo como Gamal me esperaba en el patio principal de partida. Si ellos ajustaban los caballos a las sillas demoraríamos el doble, así que iba solo una caravana de caballos, y el mío ya estaba preparado para montarlo.

Por supuesto, Gamal me acompañaría junto con diez hombres de la guardia real de Radin. Y en cuanto todos estuvimos arriba de los animales, comenzamos a ir rumbo Asera, por el camino que, según Gamal, era el más corto de todos.

Sabía, en un punto, que mi partida precipitada y, a solo unas lunas de dar a luz, estaba muy mal.

Las mujeres de mi pueblo, en cuanto daban a luz, tenían un reposo de más de 8 lunas, para que su cuerpo tuviera una buena recuperación. Y ahora que estaba encima del caballo, podía sentir alguna molestia en el movimiento.

Había vaciado mis pechos durante toda la madrugada, y esperaba que pudiera soportar el tiempo que estaría lejos de Aarón. No solo porque pudiera dolerme mis pechos, sino también porque lo tendría lejos de mí.

Tenía una angustia en mi estómago ante la ansiedad de lo que podía pasar, no podía imaginar el rostro de Rashad, ni tampoco esa mirada que me repugnaba de ese hombre al que solo había visto un par de veces.

Los segundos de mis pensamientos se hicieron horas, y en cuanto levanté mi cabeza y alcé un poco mi velo, pude ver al reino de Asera en mi frente, mientras pasábamos un pequeño arroyo.

—Estamos llegando, majestad... solo unos minutos y estaremos en las puertas del palacio del rey Labán...

Asentí hacia Gamal que dio la orden a los demás soldados, y que de cierta forma apresuraron a los caballos en últimas instancias. Cuando estuvimos a unos solos metros, pude notar como la guardia de Asera se puso alerta, y varios hombres vinieron hacia nosotros para saber de qué grupo y reino se trataba.

—Es mejor que bajemos de los caballos, y esperemos aquí para anunciarnos —le comenté a Gamal, y él asintió.

Todos los guardias se detuvieron siguiendo la orden, y en cuanto puse mis pies en el suelo, mis piernas hormiguearon. Levanté mi rostro sin quitar la capa de mi cabeza, además porque el sol estaba en su pleno apogeo, y el calor comenzaba a ser abrazador.

—Tenemos una invitación... —Gamal se adelantó hacia ellos—. La reina de Radin está aquí...

Uno de esos hombres levantó la cabeza de golpe mirando hacia mi lugar, y luego asintió.

—Sean bienvenidos... escoltaremos a la reina personalmente...

Gamal se giró para mirarme, y mis guardias junto con los de Asera se encargaron de los caballos.

Tomé el brazo de Gamal y comencé a caminar detrás de aquellos hombres que nos estaba mostrando el camino. El palacio de Asera era mucho más pequeño que el de Babel, pero por supuesto más grande que el de Radin, y una vez que atravesamos las puertas, vi como varios caballos, vi gente por todas partes en un patio pequeño.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora