Hadassa.
VERDUGO...
Cuando un vestido largo y ligero adornó mi cuerpo, vi a través del espejo de cobre como Ara se esforzó en cepillar mi cabello todavía húmedo, mientras otra mujer frotaba unos aceites en mis brazos.
Debajo del vestido habían puesto nuevas vendas, que incluso sostenían mi estómago, y me calmaban el miedo que tenía por enfrentarme nuevamente a mi tormento.
Me puse de pie cuando estuve lista, y salí esperando tener un montón de guardias en mi puerta. Sin embargo, esto no fue así, solo había un hombre como de costumbre en cada muro, que asintió con su cabeza en saludo al cerrar la puerta tras de mí.
Giré hacia ambos lados del pasillo, no había un revuelo como lo imaginé, y solo la servidumbre iba de aquí para allá, saludando cuando me acercaba hacia ellos.
Era un poco extraño esta nueva fase de andar por el palacio sin tener una vigilancia detrás de mi espalda todo el tiempo, pero fue mucho más inquietante pasar y ver que los guardias no me impedían seguir con libertad a donde quisiera ir.
Mi ceño se frunció levemente, y para cuando salí de los pasillos, puse mi mirada en esa entrada tenebrosa, a la que incluso me erizaba la piel en solo mirar.
Allí al fondo se encontraba la gran habitación donde Rashad hacía sus sacrificios personales, donde tenía el mayor altar de dioses, y donde lo había encontrado a solas por primera vez, cuando llegué a este lugar.
Retrocedí por un momento mientras tomé el aire suficiente, y bajé las escaleras para buscar a alguien que me llevara a ese lugar llamado "las mazmorras".
—Buenos días... —expresé a un grupo que estaba en la puerta, y pude notar como uno de ellos, apartó a los hombres de mi presencia.
—Señorita Hadassa... ¿Necesita algo? —asentí rápidamente con un poco de nervios.
—Preciso ir a las mazmorras... ¿Usted puede...? ¿Puede enviar a alguien conmigo?
El hombre miró hacia los lados rápidamente y me obligó a irme hacia el patio del palacio.
—¿Por qué querría ir allá? —esta vez no tuvo decoro al hablar, y al mirarlo con más detenimiento, supe que este hombre era un alto general de la guardia de Rashad.
—¿Cuál es su nombre? —pregunté.
—Nabu... —Asentí.
—¿Ha contrariado el rey en que vaya a alguna parte? ¿Lo ha ordenado? —el hombre se quedó fijamente mirándome mientras negó.
—No... él no ha dado ninguna orden en cuanto a usted, señorita Hadassa...
Sentí algo en mi pecho, como si esa respuesta me hubiese decepcionado, pero era una tonta en pensar que eso era ilógico.
¿Cómo podía decepcionarme que no estuviera detrás de mi espalda todo el tiempo?
Moví mi cabeza intentando despejar mis pensamientos, y luego fijé mi mirada en él de nuevo.
—Nabu... por favor, lléveme a las mazmorras, debo hablar con Alhamar...
El hombre apretó la mandíbula duramente, y sus ojos me dijeron que mi petición era contraria a sus deseos.
—No voy a contrariar su orden, señorita, incluso yo mismo me haré cargo de llevarla... pero, ¿Sabe usted que ese hombre es un alto traidor de nuestro reino? ¿Desconoce lo que el amo pueda pensar de esa visita?
Afirmé.
—Sé todas las cosas... mi visita no es personal... yo, usted sabe que...
—Lo entiendo... —cortó, y sin decir una palabra más, extendió su mano para mostrarme el camino.
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UN REY PERVERSO
RomanceEsclavitud, guerra y el deseo de poseerla, es el menor de sus problemas...