CAPÍTULO 51

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Rashad.

ENFERMO...

—Rashad... esto es estúpido... no hablas en serio, estos son negocios, y ambos somos muy bien lucrados cuando estamos dentro.

—Sí, y lo seguiremos haciendo, pero no vas a tocar un ápice de los recursos de Radin, y ni siquiera mirarás a su reina, ni tú ni nadie Labán...

—¿Has perdido el juicio...? —lo quedé mirando y tuve que dar un paso hacia él.

Estaba seguro de que sus intereses no eran solo económicos, todo el mundo sabía perfectamente la posición de Hadassa, sabían que ella había sido mi esclava y el escándalo que se formó con mis decisiones.

Todos parecían lobos hambrientos buscando en ella el por qué se mantuvo con vida en Babel, conociéndome como me conocían, ahora solo había una ansiedad mórbida en rebuscar en ella lo que yo había encontrado.

Y nadie la tocaría. Primero debían matarme, junto con todo Babel

No iba a fiarme de nadie, mi error siempre fue haber mostrado mi debilidad por ella desde que la vi, y el que todos supieran que Hadassa tenía ese dominio en mí, hacía que quisieran tomarla como mi punto débil.

Por primera vez en la historia, alguien había quebrantado mi oscuridad.

Pero Hadassa era todo menos un punto débil.

No podía bajar la guardia, y menos ahora que ella estaba en mi poder y bajo mi protección. Y si tenía que volcar de nuevo el mundo, lo haría.

—Bien... entonces me iré de aquí, con ella por supuesto... —me acerqué unos pasos más hasta que Labán tuvo que alzar el rostro para mirarme—. Pero recuerda una cosa Labán, tú... me conoces muy bien, y sabes que no temo por armar guerra tras guerra, no me importará cuan grande sea tu ejército y los que te acompañarán... no me importa lo que pierda, ni lo que deje atrás...

Me giré rápidamente, y no había dado dos pasos cuando escuché su voz llena de angustia.

—Rashad... —sonreí sin mirarle la cara. Si algo había ganado de mi fama es que todos me debían, y mucho.

No me giré, permanecí dándole la espalda, pero escuché como sus pasos se acercaron y en un segundo más, lo tuve frente a mí.

—No voy a comenzar una guerra por una mujer... estás loco...

Las carcajadas salieron de mí.

—Sí... —me acerqué hasta que mi frente tocó la suya y toda mi emoción se desvaneció de mi rostro—. Sí, lo estoy... y déjame decirte otra cosa, Estoy obsesionado... —susurré en su cara mientras sus ojos se abrieron—. Enfermo y desquiciado por ella... así que advierte a los demás, y diles que incluso respirar en su mismo círculo, sería letal para ellos...

—Bien... —Labán respondió débilmente, pero su rostro solo me dijo que debía cuidarme la espalda si él estaba dentro de mi lugar—. ¿Qué quieres que le diga?

Alcé mis hombros sin interés.

—Dile cualquier cosa... sin embargo, allí debe ir contenido y claro que nunca recibirá una invitación de ti nuevamente, y que a ella no la quieres aquí nunca más...

Labán hizo una mueca torcida y luego asintió.

—¿Y tú?

—Estaré en la reunión, por supuesto... vinimos aquí a negociar, ¿no es así?

Él estuvo a punto de salir pensando que quizás se libraría de mí, pero rápidamente tomé su hombro y lo frené de golpe.

—Te acompaño... amigo... —Labán sacudió sus hombros y comenzó a caminar, y yo me fui detrás de él mientras la mente me llevó nuevamente al encuentro con Hadassa hace un par de minutos.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora