CAPÍTULO 16

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Hadassa.

DISTORSIÓN...

No sé cuánto tiempo tenía observándome en el reflejo de bronce de mi habitación, quizás era mucho, pero aún no podía controlar la sensación caliente que se instalaba en mi vientre y que estallaba en mi estómago de forma ruda cuando recordaba la noche de ayer.

Mi cuello estaba lleno de moretones, incluso mi mandíbula tenía uno grande que parecía un golpe.

Pasé un trago rápido mientras negué.

¿Qué estaba pasando? ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo?

Restregué mi rostro con mis dos manos mientras un suspiro salió de mí.

Necesitaba encontrar un vestido con cuello alto, aunque eso no disimularía estos moretones que se veían en mi quijada y en la parte de arriba de mi cuello.

Después de este pensamiento pasé mis ojos a mi muñeca mientras que, con uno de mis dedos, tracé la letra de su nombre grabada en mi piel.

—No soy tu propiedad... no lo soy...

Unos toques en la puerta me colocaron alerta. Era muy temprano, incluso demasiado para que alguien viniera. El sol ni siquiera se divisa, y la niebla aún cubría los suelos del palacio.

Me coloqué rápidamente una manta encima de mi bata y luego me acerqué a la puerta.

—¿Quién es?

—Señorita... el amo pide que esté lista de inmediato.

Mi ceño se frunció ante la extrañeza, e intenté abrir un poco para ver a la mujer detrás.

—¿Él... ya está listo?

Ella asintió.

—Lo está... incluso, ya comió, y espera por usted... por favor, no le haga demorar.

Mis manos temblaron de alguna forma.

¿A dónde podíamos ir tan temprano?

Asentí hacia la mujer, y antes de cerrar la puerta, ella me impidió continuar.

—La estaré esperando aquí... yo personalmente debo llevarla a él...

Torcí los ojos y cerré la puerta para apresurarme.

Busqué algo que fuese adecuado para tapar las marcas en mi cuello, e hice la rutina del mañana tan rápido como pude.

Cuando cerré la puerta para caminar con la mujer, traté de arreglarme el cabello de forma de que me ayudara a pasar desapercibida. Pero era una realidad que cada vez que recordaba esas marcas, todo dentro de mí, estallaba.

Cuando llegamos a un salón amplio, vi que Rashad estaba de pie mirando por una enorme ventana de hierro, y no había nadie a su alrededor.

La mujer llegó a un punto, y sin decir una sola palabra se retiró dejándome sola con el hombre.

Quería decir algo, pero no sabía qué, y antes de que pudiera procesar algo, Rashad se giró lentamente y me observó con cautela. Sus pasos vinieron a mí como un león que busca a su presa, comenzando a rodear, haciendo un círculo en su caminata.

Y luego de inspeccionarme durante un rato se detuvo delante de mí.

—No tienes por qué sentir vergüenza por esto... —Sus manos vinieron a tomar mi cuello, bajando un poco el encaje del vestido, y delineando esas mismas marcas que quería olvidar.

UN REY PERVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora