~ 34: Pesadilla ~

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Sus planes se había visto frustrados una segunda vez en el día, pues al llegar junto con Shikamaru a la biblioteca, había recibido la desagradable sorpresa de encontrarla cerrada. Aquel era un barrio inestable, lleno de negocios por todas partes, que crecían con rapidez, por lo tanto, requerían reformas a menudo para acomodar más a la gente y mantener a la clientela. Tan grande era el éxito que hasta una biblioteca que no llevaba más de cinco días abierta ya había tenido grandes ventajas. Una biblioteca, donde lo único que se vendían, alquilaban y prestaban eran libros. Al parecer había muchas personas con pasión por la lectura en aquella zona.

Pero el tema era que hoy estaba cerrada, y como ya se habían atrasado mucho con los inconvenientes afrontados, Shikamaru había propuesto dejarlo para otro día. Ino, sin más remedio, había accedido. Después de todo no se sentía muy bien ese día.

Necesitaba descansar.

—Ino, cariño, hoy dejaste todo tu desayuno.

Nada más cruzar la puerta había recibido el regaño de Aneko, que aunque no era dicho con violencia, se notaba la severidad en él. Ino suspiró, dejándose caer sobre el sofá para lanzar lejos sus zapatos de la escuela. Sus pies le estaban matando.

—Perdón, Aneko-sama —Se disculpó.

A unos metros estaba parada su tía abuela, sosteniendo una jeringa en sus manos, inyectando algo a una de las plantas que adornaban la pequeña terraza. Ligeros rayos rojizos del atardecer se colaban por la puerta de aquella terraza, donde estaba Aneko.

—Comprendo que te guste llevar un régimen alimenticio por si... —Ino la miró de inmediato, alarmada por qué ese tema fuera a ser tocado otra vez. Aneko pareció darse cuenta y carraspeó —. En fin... tu madre también te apoya. Pero no puedes saltarte tus comidas. Una dieta no implica dejar de comer, solo comer más sano.

—Lo sé, Lo sé —Suspiró.

Sí lo sabía. Pero muchas veces, en su sinfín de actividades para distraer su mente, incluso se olvidaba de comer, de si tenía hambre o no, de si necesitaba descansar. Su vida actual giraba todo el tiempo en torno a la diversión. A vivir sin preocupaciones extremas, sin nada de responsabilidad a parte de lo escolar, que tanto su mamá como Aneko le habían prohibido descuidar. Evitaba pensar, porque cuando lo hacía su mente divagaba hasta los recuerdos pasados, y todo volvía. La culpa inmediatamente llenaba su pecho, más a aquello, la impotencia. Volvía a pensar en que pudo haber hecho más... pudo esforzarse más. Sin embargo no lo hizo.

—Ino... —La mujer que conocía por un fuerte carácter ese día parecía estar compasiva, pues solo en su tono de voz ya era más que notable.

Ino se vio obligada a mirar en su dirección, con ojos cansados.

—Dígame, Aneko-sama.

Aneko se adentró al salón aún con la jeringa en la mano, lanzando una mirada de intensa preocupación a la muchacha. Aquello no pasó desapercibido para Ino, quien casi de inmediato enderezó su cuerpo en alarma.

—¿Que pasa? —Quizo saber, emfuruñando las cejas.

Aneko la observó durante un pequeño transcurso de tiempo, manteniendo un serio semblante.

—Dime algo, Ino —Habló, captando más la atención de su sobrina —. ¿Haz estado bien estos días?

Ino hundió más sus cejas.

—Pues si... —Respondió extrañada —. ¿Por qué?

—¿No... —Aneko dudó durante un instante, dejando ahora la jeringa sobre la mesita rectangular frente a Ino —... no te a pasado nada fuera de lo usual? ¿Algo que consideres importante?

Conociéndote Más [ShikaIno] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora