30. Plan de fuga

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Tercera persona

–No puedes quedarte otra noche más aquí, Alex, bastante arriesgado ha sido ya pasar una noche aquí, solo, sin nada con lo que protegerte, cuando no sabemos dónde están esos hombres.

–Anna, cálmate. Tengo que quedarme, quiera o no. Ya has visto los puntos, se le pueden abrir con cualquier movimiento, es demasiado pronto para llevarla con nosotros.

–No, Alex, no puedes quedarte, si pasas otra noche más fuera de la mansión ten por seguro que nada de lo que le digamos a mi tío va a convencerlo y moverá cielo y tierra para encontrarte. Tienes que volver y hablar con él.

–No puedo, María, si nos ha costado incluso a nosotros llegar hasta aquí imagínate cómo va a poder conseguirlo ella. Es imposible.

La discusión entre los tres se estaba acalorando por segundos, cada palabra conseguía que se alzaran más las voces y se controlaran menos los modales. María y Anna intentaban con todas sus ganas convencer al muchacho de que volviese con ellas, pero este estaba demasiado cegado en su papel de cuidador como para dejarse convencer. Aquello duraría un buen rato, o eso parecía hasta que intervino Lucas.

–Calmaros, estáis sofocándoos demasiado con el tema. A ver, los tres tenéis que volver, al igual que Robin tenéis familia a la que darle explicaciones. Esta noche me qued...

Las palabras se silenciaron abruptamente en la boca del muchacho, igual de rápido que el estruendo que rompió la tranquilidad de aquel rincón perdido. El silbido agudo que cortó el aire fue seguido rápidamente por el canto lastimero y asustadizo de los pájaros que abandonaron rápidamente el lugar. Los animales dejaron de flotar en la superficie del agua y se hundieron a toda prisa para esconderse en la oscuridad de las profundidades, hasta las ranas saltaron de sus hojas para camuflarse en el sucio barro. El silencio se hizo en el pantano, del mismo modo que se hizo en aquella raída cabaña de madera.

Todos callaron, con expresiones asustadizas y sorprendidas, algunos hasta aguantaban las respiración para poder escuchar con mayor claridad. El único que rompió el silencio fue Robin.

–Eso ha sido un tiro –no era ninguna pregunta, sino una contundente afirmación que les heló la sangre a todos los presentes.

–¿Estás seguro? Podría haber sido otra cosa... –tembló Anna ante el pensamiento.

–Ha sido un disparo, y de un arma grande, eso no es una simple pistola –se le ensombreció la mirada a Alex mientras hablaba.

–Mierda, ha sonado bastante cerca –dijo Lucas.

–¿Creéis que vendrán hacía aquí? –le tembló la voz a Max.

Robin observaba la puerta, aguardando a que en cualquier momento aparecieran en la deshilachada tela aquellos hombres con los que se habían encontrado con anterioridad.

–Es lo único que hay en los alrededores, ¿crees que lo pasarán por alto? –le contestó con sarcasmo Robin– Hay que salir de aquí ya. Ahora mismo. Recoged todo lo que hemos traído y cualquier cosa que indique que ha habido alguien aquí recientemente –comenzó a dar indicaciones mientras recogía los sacos de arpillera de María del suelo.

Sus palabras fueron como si activaran un mecanismo de resorte, todos comenzaron a moverse con rapidez mientras desmantelaban la pequeña habitación. Comprobaron todos y cada uno de los rincones, siendo lo más concienzudos posible. Anna cogió de un rincón del suelo una de las ramas que aún conservaba algunas hojas y comenzó a remover el polvo allá donde habían dejado alguna marca, María recogía todo el instrumental médico que habían improvisado, León y Max terminaban de guardar las telas y ropas en los sacos de Robin mientras Lucas vigilaba desde la puerta por si veía a alguien acercarse. Alexander despertó con cuidado a la pobre chica, que se había quedado dormida hacía apenas unos minutos.

Enredadera negra y rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora