Tercera persona
La habitación se quedó en silencio, incluso Max y León que estaban en su mundo hablando tranquilamente, callaron al oír aquella pregunta.
Aquello pilló a Alexander desprevenido, se había imaginado otras mil preguntas antes que esa y, sin embargo, lo que más le aturdió fue el hecho de que ella pensara que algo de lo que había dicho era lo que había provocado aquella reacción.
Cuando la chica le preguntó sobre la mermelada, el muchacho no había tardado ni un segundo en comprender que ella no se había criado en un entorno como el suyo. No hablaba de su círculo social de ricachones ni de extravagancias a las que él mismo se había acostumbrado, sino de una sociedad civilizada. Algo tan cotidiano como una mermelada era algo popularmente conocido por todos, independientemente de su estatus. Aquella chica no la había probado nunca y, lo que era peor, no había tenido ni la más mínima idea de lo que era.
Aquella última pregunta sólo hacía más evidente lo que Alexander había supuesto.
–¡No, no! No tiene nada que ver con lo que has dicho –declaró rígidamente–. Bueno, si, han sido tus palabras pero no por algo que hayas hecho mal... –el joven inquieto se exasperaba buscando la manera de explicarse de una manera simple.
Max, que se había mantenido en silencio, siendo testigo de la conversación, vio el rostro agitado e indeciso de Alex y decidió echarle una mano.
–No nos enfadamos contigo, sino con lo que te pasó. Lo que aquellos hombres te hicieron no estuvo bien y pensar que alguien pudiese haber cometido semejante acto atroz nos trastornó un poco –dijo con la voz quebrada.
La chica lo observó fijamente, sopesando el significado de sus palabras. Aunque su expresión no dejaba entrever mucho de sus pensamientos, se podía apreciar fácilmente cuando se concentraba y se ponía a pensar con detenimiento.
–¿Qué iban a hacer? No sé que es un "acto" –volvió a preguntar la chica.
El silencio volvió a caer pesado en la habitación, haciendo palpable la incomodidad de los tres hombres. Max se mordió el labio, sin querer decir aquellas feas palabras que lo explicarían y Lucas solo observaba la situación, sin querer intervenir, por lo que solo quedaba Alexander para que le diera una explicación.
El muchacho dudaba en qué decir, qué palabras usar y en cómo usarlas. Hablar sobre una violación nunca suponía un gusto para nadie. Era un tema cruel, desagradable y traumático para las personas que lo sufrían. Del mismo modo que Max lo había puesto en palabras, Alexander opinaba lo mismo de aquella atrocidad: era un acto atroz.
Por no decir la vergüenza que podía ocasionar para aquellas personas que sufrían una agresión de tal magnitud, aunque Alex nunca se explicaría aquella parte de hacer sentir a los supervivientes como deshonrado o ultrajados, marginados socialmente.
Por si esto fuera poco, estaba mal visto hablar sobre el sexo y todo lo relacionado con él en público y aunque siempre le habían dado igual las normas de etiqueta se sentía cohibido por si aquello molestaba a Rebeca. Entre sus conocidos era distinguido por su lengua descarada y sus conversaciones libertinas, pero para su sorpresa, hablarle sobre ese tema a alguien tan inocente como aquella chica lo ponía muy nervioso. No quería que tuviera una mala reacción o que se sintiera insultada de alguna manera por abordar aquel tema.
Miró atormentadamente a Max y a Lucas implorando por un rescate, pero ambos lo observaban inquietos, con la misma incomodidad reflejada en sus rostros.
–Será mejor que se lo expliques tú. Vámonos Max –dijo Lucas mientras sostenía la mano del más joven para guiarlo hacía las puertas dobles que había tras ellos.
Antes de que desaparecieran por aquel hueco, Alex pudo atisbar muebles similares a los de aquella misma sala, por lo que supuso que era otra de las habitaciones de Robin. Desechó con rapidez el pensamiento para seguir deliberando sobre cuáles serían sus próximas palabras.
La muchacha lo observaba en silencio, con la espalda apoyada contra el cabecero y con las manos sobre su regazo, esperando pacientemente a que continuará.
–A ver, vamos a ir por partes para hacértelo más fácil de entender, no quiero confundirte aún más –dijo mientras se organizaba mentalmente–. Un acto es un hecho, cualquier cosa que hagas, como por ejemplo hablar, bailar, comer... ¿Lo entiendes?
Rebeca lo meditó por unos segundos antes de asentir con la cabeza.
–El acto que iban a llevar a cabo aquellos hombres era uno perverso, muy malo para tí y por eso reaccionamos así. No nos enfadamos contigo por tus palabras sino con aquellos hombres por lo que intentaron hacerte.
–¿Cuál es el "acto" que querían hacerme?¿Por qué es malo? –su voz sonaba tan preocupada como confundida, su sed de respuestas la hacía aún más curiosa respecto al tema.
Había llegado al punto de inflexión. Cuando Alex se despertó aquel día, no se había imaginado que acabaría teniendo aquella conversación, pero ya que tenía que tenerla, al menos lo haría bien. Con una reforzada decisión, continuó:
–Voy a explicarlo de manera directa para que sea más fácil. Aquellos hombres querían usarte para su propio placer, aunque tú no quisieras. Habrían abusado de tu cuerpo hasta que estuvieran satisfechos o no hubieses aguantado más –mientras escupía aquellas palabras, sentía la presencia de la bilis en su garganta, asqueado.
La chica observaba sus puños cerrados con fuerza y su mandíbula tensa mientras escuchaba sus palabras. Cuando guardó silencio, sus ojos vagaron hasta su rostro y se detuvieron en sus labios, esperando a que estos se movieran de nuevo. Alex tragó saliva, intentando deshacer el nudo fatigoso que se había atorado en su garganta antes de continuar.
–Ellos... Ellos habrían invadido tu cuerpo con sus miembros para satisfacerse egoístamente. A eso se le llama violación, un acto imperdonable –se apresuró a condenar–. Se supone que el sexo debe de ser un acto íntimo y agradable para ambos. Cuando dos personas comparten sus cuerpos de esa manera lo hacen porque quieren, ya sea por el placer o por la necesidad de sentir a la persona que quieren más cerca. Por eso funciona para estar en cinta... ¡para tener un bebe! –se apresuró en corregir sus palabras para hacerlo más entendible para ella.
–¿Tener un bebé? Quieres decir... ¿Tener un cachorro? Eso lo he visto en el bosque. ¿Eso quiere decir que... el "sexo" es lo mismo que aparearse?
Aquello dejó con la boca abierta a Alexander. El asombro por el hilamiento de pensamientos que había tenido la muchacha lo había impresionado, pero se había sorprendido aún más por escucharla hablar tan calmadamente sobre ello.
–¡Exacto! Eso es lo que intentaron hacerte –le confirmó con desagrado.
El rostro impasible de Rebeca ni se inmutó, pero sus ojos bajaron hasta descansar en sus manos. A Alex se le encogió el corazón. Aquella chica era fuerte, lo había demostrado desde el primer día que la conoció, después de todo lo que había pasado para mantenerse con vida y, sin embargo, verla de aquella manera la hacía ver tan... inocente.
Demasiado inocente para un mundo tan cruel.
ESTÁS LEYENDO
Enredadera negra y roja
FantasyUn valle encantado. Dos familias enfrentadas durante generaciones. Un amor condenado al odio y un odio destinado al amor. Dos herederos enlazados por la magia. ¿Qué podría salir mal? Verse con Robin, el hijo del mayor enemigo de tu familia, no es b...