39. Desayuno en compañía

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–¡Un segundo! –se apresuró en responder Robin, demasiado rápido para que sonara normal, pero la mujer no insistió y esperó pacientemente.

Todos los ojos miraban impactados y desconcertados al dueño de la casa, sin saber reaccionar ante aquella intrusión. Después de todo lo que habían hablado, si pillaban a María y a sus primos allí, estarían completamente jodidos. Y eso sin hablar de Rebeca.

–¡Rápido, León, Max, a la cama con Rebeca y esconderla! –no había terminado de susurrar la frase que León ya estaba levantando en el aire a Max para meterlo entre las sábanas–¡Lucas, vuelve al sillón y hazte el dormido! ¡María, Alexander y Anna, al cuarto de baño y por lo que más queráis no hagáis ni un solo ruido!

Robin se apresuró en estudiar su entorno a fondo, para comprobar que no hubiese nada que pudiera delatar la presencia de sus prohibidos amigos. Satisfecho con el estado en el que se encontraba la habitación, se apresuró en acercarse a la puerta. Antes de abrirla, hizo una última comprobación a sus amigos, para ver si interpretaban bien su papel: Max se había acostado de espaldas a la puerta, con su rostro contra el pecho de León, que se encontraba tumbado de lado para esconder tras su espalda el cuerpo de Rebeca; Lucas estaba con el brazo apoyado sobre sus ojos y con el otro colgando fuera del sofá; la puerta del baño estaba cerrada.

Con un contenido suspiro, abrió la puerta lentamente. Robin observó con parsimonia a la sirvienta, esperando que llevara a cabo el cometido que la había llevado hasta sus aposentos. Su silencio dio paso a las palabras de la criada.

–Señorito, me manda su padre. Quiere saber si bajará a desayunar, ya que se dió cuenta de que anoche no probó bocado –por el tono que empleó, Robin estaba completamente seguro de que había escuchado sobre la discusión que tuvieron durante la cena.

–Dígale que no, que anoche estuvimos de caza hasta altas horas y queremos seguir durmiendo un poco más. Sin embargo, infórmele de que asistiré al almuerzo, y dígale que espero que pueda acompañarme, por favor.

-De acuerdo, señorito –la mujer calló y procedió a retirarse, pero tras indecisos dos pasos atrás se detuvo–. Espero no molestarle, señor, pero pensé que no bajaría y me he tomado la libertad de traerle algo de comida –dijo mientras alzaba una bandeja de plata que había colocado junto a la puerta.

Robin se quedó sorprendido, y aunque en un primer momento le molestó saber que aquella mujer había escuchado la riña de anoche con su padre, se enterneció por aquel acto amable. Tomando la bandeja de las manos arrugadas de la criada, le contestó.

–Muchísimas gracias, Antera, no sé qué sería de mí sin tí.

–¡No deje que su padre escuche esas palabras, señorito! O se enfadará con usted –le dijo sonriéndole mientras se alejaba con paso cansado hacia las escaleras.

Robin se aseguró de que no hubiera nadie más en el pasillo y cerró la puerta con cuidado, para no hacer ruido. Se apoyó contra la puerta y soltó el suspiro que había estado conteniendo desde que llamaron a la puerta.

Lucas se levantó del sofá y abrió la puerta del aseo, dando paso a María, Alexander y a Anna para que volvieran al dormitorio. Los tres se sentaron en el sofá, aún con los nervios alterados por casi haber sido atrapados. Max y León salieron de debajo de las sábanas y se sentaron en el borde de la cama, sin dejar de estudiar la condición de Rebeca para ver si el movimiento había provocado algo en sus heridas.

Cuando comprendió que todo estaba bajo control, Robin se acercó al sofá y puso la bandeja sobre la baja mesita auxiliar que había delante. Lucas no perdió ni un instante y cogió un bollo de pan relleno de embutido y entonces se dió cuenta de la cantidad de comida que había traído Antera.

–Sé que solemos comer una barbaridad, pero esto es mucha comida incluso para nosotros cuatro. Porque juraría que es imposible sino diría que sabe que tenemos compañía –dijo incrédulo antes de dar el primer bocado–. Ni siquiera sé como sabía que estábamos aquí. Te juro que a veces creo que esa mujer es adivina o bruja.

Robin lo pensó por un momento mientras observaba la bandeja de comida. Lucas tenía razón, allí había comida para un regimiento y en vez de poner los habituales cuatro vasos de agua había colocado una enorme jarra de leche fresca, rodeada por bocadillo, tostadas recién hechas, algunas pastas de frutos secos y piezas de frutas recién cortadas. Todo tenía un aspecto magnífico y provocó que todos los presentes atacaran la bandeja como muertos de hambre.

Lucas aprovechó cuando Alexander se levantó para quitarle el sitio en el sofá. Este se dirigió a la cómoda junto a la cama y cogiendo un vaso de la bandeja de plata decorativa que allí había, lo llenó de leche a la vez que seleccionaba una tostada con mermelada roja. Se sentó en el borde de la cama y se acercó a Rebeca, la cual parecía mucho más espabilada que antes. Le acercó el vaso a los labios y con lentitud le dio de beber y de comer mientras él mismo le propiciaba de vez en cuando bocados al trozo de pan.

Todos tomaron el desayuno tranquilamente, charlando animadamente. Ahora que se sentían a salvo, la conversación vagaba de un tema a otro mientras el tiempo lo hacía del mismo modo. Estaban disfrutando de unos momentos de paz antes de tener que enfrentarse de nuevo al mundo tras aquellas puertas.

–Bueno, chicos, del mismo modo que se acabó la comida se acabó el tiempo, voy a tener que bajar a comer con mi padre en un rato, así que deberíamos desalojar la habitación.

–Yo me quedaré con ella mientras hacéis acto de presencia abajo –dijo Alex mientras se sentaba en el sillón de la esquina, junto a la cama.

A Robin no le gustaba la idea de que se quedara allí solo pero sería igual de malo dejar a Rebeca sola.

–Yo acompañaré a María y a Anna hasta la mansión De la Vega, así se podrá quedar más tiempo –se ofreció Lucas mientras Alex le daba una reverencia con la cabeza en agradecimiento.

–De acuerdo, entonces Max y León quedaros aquí con él por si alguien viene. No creo que tarde mucho, intentaré aligerarme lo máximo que pueda, pero dependerá de mi padre.

María quería hablar un poco más con Robin, no se le había pasado por alto las palabras de la sirvienta y del propio Robin cuando hablaban del padre de este. Quería preguntarle por eso pero sabía, que allí delante de todos no era ni el lugar ni el momento indicado para hacerlo, así que calló.

No tardaron mucho en ponerse en camino, Lucas, María y Anna salieron por la ventana para bajar por la escalera exterior mientras Robin se dirigía por el pasillo hacia las escaleras de caracol de su torre, camino al comedor.

León aprovechó la marcha de sus amigos para sentarse en el sofá y llevándolo de la mano, guió a Max para que se sentara a su lado a conversar. Por otro lado, Alex se sentó en la cama para comprobar la frente de la joven. Por suerte, no tenía fiebre.

Fue entonces cuando la muchacha habló.

–¿Qué era eso de color rojo y de tacto viscoso que había en el pan? –le preguntó mientras lo miraba a los ojos directamente.

La pregunta sorprendió al joven, que le pareció fuera de lugar una pregunta tan inocente.

–¿Rojo? ¿Quieres decir la mermelada de frambuesa? Son frambuesas con azúcar y cocinadas de una manera especial para que quede así –le explicó de la manera más simple que se le ocurrió.

–Mermelada de Frambuesa –repitió la chica mientras pensaba en ello.

–¿Te gusta? –le preguntó curioso por saber la razón de haber hecho aquella pregunta.

La muchacha asintió antes de seguir hablando– Si te pregunto más cosas que no entiendo, ¿me las explicarás así también?

Le pareció una pregunta rara, pero igualmente le contestó –Si sé la respuesta, siempre te la diré.

La muchacha alzó los ojos al cielo, sopesando su respuesta mientras se perdía en sus pensamientos. No tardó mucho en hacerle otra pregunta, solo que Alex no sabía como responder esta.

–¿Por qué todos me miraron enfadados cuando dije que el hombre que me atacó intentó meterse bajo mi vestido? ¿Dije algo mal?

El silencio reinó en la habitación, dejando a todos los presentes impactados.

¿Cómo demonios le explico yo ahora esto?

Enredadera negra y rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora