26. Lucha contra el sistema

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María se movía a la máxima velocidad que podía sin hacer ruido, seguida por los pasos cautos de su prima. Ambas llevaban las botas en la mano, descalzas con la intención de no provocar ni el más mínimo susurro en la mansión. Avanzaban por los pasillos apresuradas, observando cada pasillo o puerta a la que se acercaban para ver si alguien las veía. Por suerte, pasaron desapercibidas hasta que llegaron a su destino: la cocina.

Todo estaba en silencio. Nada fuera de su lugar, ni los fuegos encendidos ni el desayuno sobre las mesas, por lo que las sirvientas aún no habían aparecido por allí.

Con un rápido asentamiento de cabeza entre ellas, ambas sacaron un saco de arpillera y desvalijaron armario tras armario mientras se apresuraban en coger todo lo que consideraban necesario. Anna cogió una cacerola y la llenó de algunas piezas de frutas y verduras, un mendrugo de pan tierno, un trozo de queso y una bota llena de agua fresca. María recogió la cesta de la ropa recién lavada y comenzó a meter prendas de Esteban, paños de algodón y todo lo que pensaba que le haría falta.

Luego corrió hacia el estante más alto, junto a la gran chimenea que usaban para cocinar, y abriéndolo a tientas, sacó un antiguo costurero. Con cuidado, rebuscó hasta que dió con lo que buscaba: aguja e hilo para las heridas y una pequeña caja metálica con un mejunje dentro. Lo metió todo en el saco y se unió a su prima que la esperaba en la puerta trasera.

-¡Espera, nos falta el alcohol! -se apresuró Anna mientras detenía a María antes de que esta saliera de la cocina.

-Mierda, mi tío guarda todas las botellas en la bodega bajo llave. Tiene que haber algo por aquí que nos valga... -dijo mientras volvía a abrir las puertas de los armarios y rebuscaba dentro de ellos- ¡Bingo! Coñac... No es lo mejor, pero espero que nos valga.

-Vamos, apresurémonos antes de que nos vea alguien. Aún no me creo que tu tío se creyera todas esas mentiras anoche.

-Sinceramente, hasta yo estoy sorprendida. Creo que cada vez se me da mejor esto de mentirle, aunque creo que también tiene que ver con el hecho de que tiene que ver con Alexander. Cuando se trata de él, mi tío tiene fe ciega... Parece que le gusta.

-Alex tiene mucha habilidad para ganarse a los remilgados con dinero, ya lo sabes. Supongo que tu tío entra dentro de esa categoría.

María se rió ante el comentario sagaz de su prima. Con lo dulce y correcta que solía ser, era raro verla soltar algún comentario de ese tipo.

-Espero que no sospeche al salir tan temprano, sin avisar a nadie -comentó Anna.

-No te preocupes, cuando volvamos con Alexander será él el que lidie con mi tío. No dudo ni por un segundo que desconfíe de él.

-Eso espero, prima.

-Vamos, tenemos que alcanzar el claro de rocas pronto. Robin y los demás tienen que estar esperándonos.

-Venga, vamos ¿Puedes mientras repetirme el nombre y decirme quien es cada uno? Todavía no me aclaro...

Ambas avanzaban a paso ligero por el bosque. María iba delante, mientras le contaba lo poco que sabía de los muchachos a su prima, que la seguía de cerca. Ambas intentaban avanzar con premura, pero con el peso extra de los sacos, no podían hacer mucho más. Sin embargo, María se movía con soltura, como si conociera perfectamente cada árbol de aquel bosque y su prima simplemente la seguía, imitando cada paso que daba para no tropezarse.

No tardaron más de unos minutos en llegar al claro de rocas, sin embargo, no había nadie. Robin, Max, León y Lucas no habían llegado todavía, así que María aprovechó para dar el segundo paso de su plan.

Enredadera negra y rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora