Me dirijo a la alcoba de mi abuela, podía sentir la intriga dentro de mí. Di dos toques en su puerta color café, con bordes dorados. Nos dábamos lujos, económicamente somos una de las "familias" con más presupuesto. Mi abuela hace negocios en la dimensión de los humanos. De esa dimensión trae billetes de color verde, con un señor en el lado derecho. Uno de esos billetes equivale a un trozo de oro de cinco centímetros.
—Adelante—la dulce voz de la abuela me saco de mis pensamientos.
Empujé la puerta, sintiendo el frío que había dentro de su habitación. Está sentada en la cama, con las piernas cruzadas y los brazos a los lados de cuerpo. Rompió la posición, me miró de lado e hizo un gesto indicando que me sentara a su lado.
—Buenas noches cariño...
—Hola, abuela—me limité a decir.
—Mañana será tu primer día en las afueras de esta casa—de día, de noche salí unas cuantas veces sin que se diera cuenta—No todo es como piensas. ¿Crees que estás lista para salir?—murmuró llevando su mano con más cicatrices a mi mejilla, acariciando suave.
En Hurgaftan cuando prometemos algo, nos pasamos el dedo índice por alguna parte del cuerpo, formando una figura, línea, círculo o palabra. Si esa promesa se rompe, se hará una cicatriz color negro, en el lugar donde pasaste tu dedo índice. Mi abuela tenía muchas en sus brazos, pero nunca me a contado que promesas a roto. Y yo nunca he hecho una promesa.
—Si abu, estoy lista para salir—dije segura de mi misma.
—¿Crees que puedas tocar una pieza en tu flauta para los reyes?—me tomo un por sorpresa que lo dijera directamente.
—S...si...—tartamudee por los nervios—¿Crees que lo haga bien?
—Claro que si,—me animó—tocas perfecto, también vendrán los reyes del reino de los elfos.
¿Qué? Esto va a ser un poco complicado pero puedo, yo puedo. Desde pequeña he querido tocar para los demás, enseñar mi talento.
—Bue...bu...bueno—estaba tan nerviosa, me golpee mentalmente. Respiré—Si abuela, voy a tocar.
Estaba sonriendo, se veía feliz, quitó la sonrisa de golpe. Dejándome pensativa.
—Hija, ya tienes ciento dieciocho, has madurado—me dice con voz fuerte—y crecido. Pero sabes que yo no estaré aquí para siempre.
Somos inmortales, pero ir a la dimensión humana nos consume. Ella está débil, ella viaja por nosotros, por nuestro futuro. Por mí y Saimond.
—Mi hora está al llegar—respiro, abriendo mis ojos ante su confesión—Y tú—dijo tocando mi pecho—debes cuidar a tu hermano.
—Si cuidaré a mi hermano abuela, nada malo le pasará—murmure con tristeza, bajando la cabeza. La idea de que mi abuela se fue, me destrozaba, ella era una de las pocas personas que quiero.
Toma mi barbilla, subiendo mi cabeza haciendo que sus ojos conecten con los míos, los ojos cafés de la abuela nunca se me olvidarán.
—Tienes que ser fuerte Afra. Eres fuerte. Solo cuida a Saimond. Viajeras a otro reino mi niña—dice con voz calmada.
Creo que necesito hiperventilar. ¿Cómo viajar a otro reino? ¿Sin ella? ¡¿Cómo?!
—Abuela que dic...
—Escucha Afra—me interrumpe.—Mañana tocaras con tu flauta, serás feliz, vestirán de negro como siempre—para no llamar la atención.—Disfrutaras con Orenda... Cuando el festival culmine, te irás con tu hermano, a otro reino cualquiera, a excepción del reino de los hechiceros—¿Qué? Ese reino es tan misterioso. ¿Por qué irse tan repentinamente? ¿Que pasa? Mi cabeza está llena de preguntas, pero no le digo nada—Te irás antes de que ellos lleguen.
ESTÁS LEYENDO
Las alas del atrix [1]
FantasyAfra es el atrix, una criatura única en su especie que posee alas y ojos de diferentes colores. Estuvo encerrada hasta los 118 años, pero su vida cambia cuando atacan su reino mientras toca la flauta para todos, tiene que escapar y volar a un reino...