Capítulo 1

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—¡Afra!—río como niña pequeña al escuchar como Orenda (mi mejor y única amiga) grita mi nombre.

—¡Estoy aquí!—le grito desde mi habitación.

Siento como se abre la puerta, seguido entra Orenda corriendo a darme un abrazo.

—¡Afra Tuedelaff! Hoy es tu cumpleaños ciento dieciocho y no has salido del cuarto. ¡Ya eres mayor de edad!— me grita en la cara con mucho entusiasmo.

Suelto una carcajada.

—Parece que es tu cumpleaños y no el mío.

—Ya tu abuela Arentina te dejara salir a las calles de día—dice tratando de respirar—Ya podrás ver la luz de los soles , ya podrás tocar la flauta delante todo, ya podrás acompañarme a la tienda a comprar hermosos vestidos. ¿No es emocionante?—me grita mientras salta en el lugar una y otra vez.

Mi abuela Arentina, no es mi abuela de sangre, fue la mujer que me acogió cuando caí del cielo. Apenas recuerdo cómo fue, era muy pequeñas, solo recuerdo como el aire chocaba conmigo y la tierra estaba más y más cerca de mí. Hasta que caí y estuve inconsciente, para después despertar en el reino de las hadas. Todos aquí tenían alas frágiles, con las que no podían volar, todos son alegre y andan con una sonrisa todo el tiempo, es el reino más colorido según mi abuela. Ella me prohibió salir a las calles por mi "seguridad". Me dijo que podría salir de casa al cumplir la mayoría de edad.

—Si—le respondí a mi amiga.—Es emocionante, por fin podré ver los lugares con la luz de los soles y ver más hadas como ustedes.

—Y hacer más amigos como los míos—empezó a agitar las manos echándose aire en la cara—También podrás tocar la flauta para el rey Ciro, quizás al príncipe le gustes—sonreí ante su ocurrencia.

—Recuerda que tengo que pasar desapercibida, nadie puede saber quién soy. Según mi abuela, podría ser un gran problemas—digo recordando las palabras de la abuela: "no sabemos cómo reaccionará el pueblo, pueden sorprenderse y aceptarte, pero también pueden sorprenderse y matarte".

—Pero, ¿Cómo harás tu vida? Ya tienes ciento dieciocho. Algún día te casarás y llevarás un ramos con flores blancas.

—¡Siiiii!—digo con más emoción que nunca—. Y tu obtendrás el ramo cuando lo tire de espaldas—dije en voz baja haciéndola sonreír.

—Y Saimond llevará los anillos.

Saimond, mi hermano menor, apenas tiene 5 años. También es un hada que mi abuela encontró delante de la puerta de nuestra casa en una cesta. Era tan pequeño, su llanto se oía en todas partes y yo me encariñé con él, hasta sentir que era como mi hermano. Le cuento historias de el reino de los elfos, los vampiros y las sirenas. A excepción del de los hechiceros, de ese reino no se sabe nada. Nunca mi abuela me a traído un libro que tenga que ver con ese reino. Solo se que su rey es bastante joven, tiene unos trescientos doce años su nombre es Zyker VII Naftaest y gobierna el reino más estricto de todo Hurgaftan.

—Afra—me llamó Orenda, sacándome del trance en el que estaba.

—¿Sí?

—Despierta, joder—hay va de nuevo a maldecir con palabras humanas. Todos los habitantes de Hurgaftan, podemos ir a la dimensión de los humanos con un simple ritual, eso a hecho que los inmortales (nosotros) mezclamos las palabras.

Le di una sonrisa de lado. Recordando lo raro que se siente oír esas palabras.

—Orenda—menciono su nombre, provocando en ella una chispa de curiosidad .

—Dime.

—¿Y el chico del que me hablaste?—le pregunto recordando la conversación de hace días.

—Mañana en la noche, después del festival, vamos a mi casa. ¡Pedirá el permiso de mis padres, para empezar un cortejo!—grita mientras yo veo el brillo en sus ojos.

—Que bien—murmuro mientras llevo mi mano a mi mentón.

Ella suelta una risa, que me hace reír más fuerte.

—¡Ayyyyy!—chillé mientras retrocedo un poco, haciendo que la sangre que sale de mi mentón caiga en el piso y no marche el vestido.

Malditas uñas, porque tienen que ser así. Odio mis uñas, son tan puntiagudas y filosas que pueden traspasar una mesa de madera si las encajo.

—¿Te lastimaste?—pregunta Orenda un poco alarmada.—Espera aquí—me indica.

Yo solo me quedo en mi lugar. La veo entrar con un botiquín en las manos.

—Vamos siéntate—dice palmeando el colchón de la cama. Me siento mientras ella saca algodón y un pomo pequeño.—Solo fue un rasguño. ¿Por qué no te pones los guantes?

¡Aaaaaaah! Esos guantes. Mi abuela me compró unos guantes de los que usan los camioneros en el mundo de los humanos, son negros y gruesos. Evitar que mis uñas arañen cualquier cosa. Solo los uso cuando cargo en brazos a Saimond.

—Es que son muy feos—le responde con tono juguetón, mientras ella acerca el algodón a mi rasguño.—¡Aaah! Me arde.

—Claro amiga, es alcohol—dice muy tranquila.

—¿Por qué no usaste el polvo de hadas?—susurro un poco más bajo.

—Sabes que tu abuela no me deja usar nuestra magia contigo—suelto un resoplido en lo que ella me pone una... ¿Curita podría ser? Son esas cosas humanas que se te pegan a la piel y te cubre las heridas, algo diferente a las vendas de aquí, que se enroscan alrededor de una herida.

—¡Afraaaaaaa!—oigo el grito de mi hermano que viene corriendo hacia mí.

Me levanto, me pongo los malditos guantes de camionero y lo cargo en brazos, haciendo que su cara quede a la misma altura que la mía.

—¿Dónde está mi hermano favorito?—le pregunto.

—¡Aquí!—seguido me abraza y me da unas palmaditas en la espalda—Feliz cumple hermana.

—Es tu favorito, porque es el único hermano que tienes—interviene Orenda, haciéndonos reír. Saimond le tira una mirada queriendo decir "si lo soy".

—La abuela quiere que mañana vayas al festival y toques la flauta a los reyes.—habla Saimond una vez nuestras risas cesan.

Orenda me mira y una perfecta "O" se forma en sus labios. Bajo a mi hermano y este sale corriendo de la habitación haciendo sonar sus pasos por todo el lugar.

—Afra—le miro con picardía—¿Estás pensando lo mismo que yo?

—¡Siiiii! ¡Por fin seré libre!

Soltamos un grito a la par, sintiendo la electricidad de la felicidad recorriendo por nuestros cuerpos.

—Afra—vuelve a llamarme—Tus dos ojos están grises—dice un poco más bajito.

Voy corriendo al espejo y veo que mis dos ojos están grises. Exhalo el aire que hay en mis pulmones controlando las emociones, viendo como mi ojo izquierdo vuelve a ser de color negro, me calmo al instante. Naturalmente tengo heterocromía mi ojo derecho es gris y el izquierdo negro, al igual que mis alas.

La abuela siempre me dice que controle mis emociones,  que las tenga balanceadas. Mis dos ojos se hacen grises cuando la felicidad, vulnerabilidad, tristeza, arrepentimiento, paz o cualquier otro sentimiento calmado se apodera de mi. Pero los dos se vuelven negros cuando pasa lo contrario, el odio, la ira, el sufrimiento, el dolor o el deseo de hacer daño se apodera de mi. Por eso siempre me tengo que controlar, porque cuando eso pasa me descontrolo por completo, haciendo cosas que no debería hacer. Mi abuela dice que es como estar en medio de dos pozos, siempre tengo que estar en el medio, puede acercarme a uno o al otro, pero nunca caer en uno de ellos porque será muy difícil salir. En fin, mis alas no cambian de color, claramente.

—Afra, tu abuela exige que vallas a su habitación—murmura Orenda, haciendo que aparte la mirada del espejo—Creo que van a conversar, seriamente—dice dandome un beso en la mejilla, suelta una risotada y sale de mi habitación.

¿Qué cosa querrá hablar la abuela conmigo? Sé que ella es media rarita, pero con los temas serios es un poco delicada. ¿Estaré en problemas? Ella y sus misterios.

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora