Capítulo 38

24 20 0
                                    


Nos despertamos en la mañana. Las marcas rojas ya desaparecieron de mi piel, ya no soy un champiñón. El agradable olor a petricor inundaba mis fosas nasales, llovió en la noche y amaneció nublado.

Zykercito nos vino a visitar rato después de despertarnos. Zyker se iba al mediodía. El viaje hasta el reino de las hadas duraba unas cinco hora en carruaje. A mí me costó solamente tres hora y media volando.

Zyker se colocó un traje azul oscuro con capa. Y yo tenía un típico vestido negro, arrastraba el suelo, no tenía mangas y un escote de corazón.

En estos momentos me estaba trenzando el cabello.

—Afra—me llamó.

—Mmm...

—Te pido que en esta semana no salgas del castillo. Te pueden atacar de nuevo. Mis guardias te cuidarán en todo momento.

—No tenía intenciones de salir...

—La semana próxima vamos a dar un paseo. Todavía hay partes del reino que no conoces—lo vi sonreír por el espejo.

—¿Y a qué parte piensas llevarme?—pregunté.

—Es secreto, también habrán dos fiestas—me informa.

—¿Dos fiesta? ¿Qué se celebrará?—pregunté animada. Me gustan las fiestas, solo fui a una y me gustó. Yo no salía de mi casa de día, no sabía cómo eran las fiestas.

—No puedes saber todavía, la primera será en el castillo, con nobles, condes y marqueses. La segunda será un festival en el pueblo.

—¿En el pueblo?—mis ojos se abrieron más.

—¿Te gustaría?—asentí.

—Me gustaría más una fiesta al aire libre, como en el pueblo, porque... no sé, me siento menos enjaulada y...

Zyker se detuvo delante de mí y agarró del mentón.

—Podemos hacer la fiesta en la terraza y... No quiero que este castillo sea una prisión para ti. Quiero que lo veas como un hogar—me habla firme—. La próxima semana iremos a dónde quieras, solo te pido que no salgas mientras yo no esté por cuestiones de seguridad...

—Si tu no estás no es un hogar...

Me da un beso en la mejilla.

—Puedo comprarte cualquier cosa, también podemos hacer otro picnic—me sonrío y me abrazó por la cintura.

—No quiero que me compres nada, el único lugar en el que quiero estar es contigo. Podemos hacer un picnic en la azotea, por la noche, ver las estrellas y contarnos cosas de la vida, algo simple—le murmuré. Él hacia caricias circulares con sus dedos en mi espalda.

—Buena idea, y podemos ir al ala este, desde esa azotea aprecia mejor la caída de estrellas—susurró. Ya comenzamos a hablar bajito.

—¿La caída de estrella? ¿Qué es eso? ¿Las estrellas se caen? ¿Sobre nosotros?—le susurré con intriga.

—No—soltó una risa varonil—. Es cuando las estrellas caen por el horizonte, otras bailan alrededor de la luna y otras cambian el color—lo miré sorprendida.

—¿Y cuando es eso?—interrogué.

—Cada cien años sucede, es el día antes de la fiesta en la terraza. Hacemos el picnic ese día. ¿Te parece?—asentí feliz.

—Zyker, ¿cuando te diste cuenta que yo te atraía?—le pregunté curiosa.

—No hay ningún momento en específico, lo que sentía era muy contradictorio, me enfurecía que me gustara alguien como tú.

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora