Capítulo 11

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Afra Tuedelaff


Hoy Luna me despierta muy temprano. Me ayuda a maquillarme y trenza mi cabello. Me dió un nuevo vestido. Me miró al espejo de cuerpo completo. El vestido es de un color azul celeste, un escote normal, perlas blancas dispersas por todo diseño y mangas largas y anchas hasta los codos. Tiene la espalda abierta, obviamente. Reemplace los guantes de camionero por unos guantes de seda del mismo color del vestido. Cada dedo tenía una abertura un la punta por la que salían mis uñas. Y en mi cuello había colocado un collar de perlas blancas.

Estaba muy nerviosa en lo que bajaba la escalera hacia el comedor a desayunar. No tenía capa. Se escuchaban gritos provenientes de la oficina del rey. Me acerque despacio, escuchando la voz de Acuña.

—¡Entiende que estás despedida!—grita el rey.

—¿Por qué razón? ¡Te he dado todo! ¿Es por esa niña? ¿No?—grita más fuerte Acuña.

—¡Ella no es una niña, tiene ciento dieciocho y se llama Afra Tuedelaff! No niña!—le aclara el rey.

¿Estan peleando por mi culpa? Un sentimiento de culpabilidad me invade el pecho.

—¿Pero por qué me expulsas a mi y la contratas a ella? ¿Por qué?—continua insistiendo Acuña.

—Acuña, no tienes porque juzgar mis decisiones. ¿Entiendes?—habla más bajo el rey.

—Yo sería capaz de dar mi vida para que tú seas feliz—confiesa Acuña.—Y tu me rechazas solo porque esa niña llegó—se escuchan zollosos.

—Acuña es mejor que te retires; vete.

Me hecho para atrás, escondiendo mi cuerpo detrás de la escalera. Veo a Acuña salir con un vestido blanco con pequeñas manchas rojas sobre él. Lloró por el rey. Cuando está lo suficiente lejos me dirijo al comedor a desayunar. Me encuentro a Noal.

—Buenos días—saludo.

—Hola. ¿Que tal hoy?—pregunta.

—Ehhhh... Bien—hago mis manos puños y levanto mis pulgares, como Luna.

—El rey me contó que te va a presentar al reino. ¿Que opinas?—vuelve con otra pregunta.

—Mmmm... No-o sé—tartamudeo un poco, sin saber que decir.

—Tranquila, todo estará bien—me calma.

—¿Y si no le caigo bien al pueblo?—pestañeo varias veces.

—¿Por qué lo dices?—ladea la cabeza.—Ven conmigo, faltan unos minutos para que el evento empiece. Zyker me dijo que te guiase hasta el momento que te tocará salir.

(...)

Estaba a las afueras del castillo. Detrás del escenario improvisado. Noal estaba lidiando con mis nervios.

—Tranquila Afra, solo son unos minutos.

Despertó el sonido de unas trompetas, todos los pueblerinos rodeaban el escenario formando una multitud, yo estaba admirando todo detrás de las cortinas.

Noal me miró sonriendo. Habían personas con cámaras fotográficas del mundo humanos. Vestidos cortos y largos de colores cafés, azules, morados. A diferencia del reino de las hadas, estás especies se vestían de tonalidades más oscuras.

Las cámaras emiten luces cuando sale el rey. Tiene unos pantalones bombachos azul oscuro y una camisa azul celeste que combinaba con mi vestido. ¿Coincidencia talvez? No lo creo. Comenzó a hablar del cambio de leyes, de las tradiciones y un par de temas banales. Hasta que:

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora