Capítulo 41

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Afra Tuedelaff

—¿De quién es ese labial, Zyker?—pregunté muriendo por dentro. Las flores que habitaban en los jardines de mi mente marchitaron de golpe.

—No-no es lo que crees, yo...

—Zyker...—los pomos de perfume reventaron—. ¿A quien besaste? ¿De quién es ese labial?—volví a preguntar. Mi vista estaba de un color rojo a causa de las lágrimas.

¿No me ama? ¿No fui suficiente? ¿Me engaño? ¿Con quién? ¿Por qué se beso con alguien más? ¿Por qué? ¿Acaso no le sirvo? ¿Tiene alguna amante? ¿Solo he sido un juego?

—Cariño—balbuceó—. Cassia me...

Le volteo la cara de una bofetada.

—¡¿Qué mierda te pasa?! ¿Te gusta? ¡¿La quieres?! ¿Acaso no soy suficiente? ¡¿Acaso no me amas como tanto dijiste?!—lo empujé por el pecho repetidas veces—. ¡Dime! ¡Te exijo que me des una explicación!

—La-la besé po-por lástima por...—le asesto otra bofetada.

—¡¿Por qué?! ¡¿Qué mierda te pasa?! ¿Vas besando a todo el que te da lástima? ¡¿Estás conmigo por lástima?! ¡No...!

—Yo te amo—lo volví a empujar.

—¿Por qué? ¡¿Por qué te besaste a otra?! ¡¡Dime!! ¿Esto para ti es un juego? ¿Qué mierda tienes? ¡¿Quién te crees que eres?!—con rabia rompí su camisa, arañando su torso—. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¿Acaso no te basto? ¿Acaso cometí algún error? ¡¡Dime!! ¡¿Qué hice mal para que me hicieras esto?! ¡¿Me estás usando?!—los cristales de la ventana reventaron esparciendoce por toda la habitación.

—¡Para! ¡Afra! ¡Por favor! ¡¡Yo no la besé, ella se me lanzó encima!!—gruñó atrapando mis muñecas.

—¡Tú dejaste que te besara! ¡Tú lo permitiste! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué hice?! ¡¿Qué hiciste?! ¡¿Cuándo?!—le grité.

—Yo no hice nada...—bramó con la cara empapada en lágrimas rojas—. Afra, por favor, yo te quiero... He echo muchas cosas por ti.

—¡Si me hubieras querido en algún maldito segundo no la hubieras besado! ¡¿Por qué?! ¡Solo dímelo! ¡¿Qué tiene ella que no tenga yo?! ¡¿Por qué la besaste?! ¿Me amas? ¡Dilo! ¿Me amas?—grité delante de su cara.

—Yo te amo no...

—¡No me amas! ¡No mientas! ¡No mientras! ¡¡Por favor!!—sollocé—. ¡¿Qué has echo?! ¡¿Me has hechizado?! ¡¿Qué le hiciste a mis poderes?! ¡¿Te la follaste?!—miré esos ojos de color miel—. ¡Yo te amaba! ¡¡Te amo!! ¿Sabes? ¡Nunca lo quise aceptar! ¡Me duele decírtelo en estás circunstancias!

—Afra...—susurró mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Se llevó una mano al pecho.

—¡¿Te la follaste?! ¡¡Respóndeme!! ¡¡Maldito cobarde!! ¡¿Te la follaste?!—el silencio predominó. No obtuve una respuesta. Solo sus ojos abiertos mientras me miraba fijamente.

Debajo de mi había un charco rojo. De lágrimas. De sangre.

Retrocedí. Me llevé la mano a las orejas. Tratando de no escuchar ese zumbido que perturbaba mi consciencia. Era el mismo zumbido, el mismo de hace años.

—¡No! ¡No pudiste!—sollocé.

—Afra...—lloriqueó.

Agarré la maleta que había en el fondo del guardarropas. Comencé a meter vestidos holgados.

—¿Afra? ¿Cariño? ¡¿Que haces?! ¡¿Que haces?!—lloriqueó. Metí la mitad de la herencia que dejó mi abuela, con eso era suficiente.

Me dirigí a la puerta.

—¡Quítate! ¡No me hagas quitarte del medio! ¡¡Fuera!!—grité. Los guardias nos miran con los ojos muy abiertos.

Llegó a la habitación de mi hermano, agarró toda la ropa que puedo.

—¿Afra? ¡¡No me abandones!! ¡¡Por favor!! ¡No hagas lo mismo que hizo él!—dijo refiriéndose a su padre. Una parte de mi dolía, la otra gritaba con rabia que lo dejase.

Cerré la maleta y salí de la habitación. Zyker corría tras de mí.

—¡Afra, por favor! ¡No me dejes!—los guardias miraban la situación con estupefacción—. ¡Me equivoqué! ¡Lo acepto! ¡Danos una oportunidad! ¡No nos hagas esto!—lloriqueó agarrándome del brazo.

—¡Suéltame!—gruñí—. ¡Tú y yo no tenemos ninguna mierda! ¡¡No voy a tolerar una infidelidad!! ¡No lo haré! ¡Ni contigo ni con nadie! ¡Me vale mierda que seas el rey!

—Afra...—chilló cuando bajamos las escaleras.

Llegué al comedor con lágrimas en los ojos. Localicé a Noal, Luna, Saimond, Kia y el grifo.

—Gracias chicos—sollocé agarrando la mano de Saimond.

—¡¿Hermana?! ¿Por qué lloras? ¡¿A dónde vamos?!—preguntó Saimond cuando lo arrastré fuera del comedor llegando a a las puertas del castillo.

Salí de ahí. Salí llorando. Zyker corría tras de mí hasta que Noal lo agarró del brazo. Miré hacia atrás.

El grifo se quedó en el medio. Miró a ambos lados, chillidos brotaban de su garganta. Era como un niño cuando lo ponían a elegir entre su papá y su mamá. Miró a Zyker por última vez y corrió hasta mí.

Seguí avanzando. Raramente las calles estaban casi vacías. Llegué a esa casa, a la que fui el primer día que llegué aquí. Arrastré a Saimond y el grifo caminaba con comodidad a mi lado. La misma chica calva me recibió con una sonrisa.

—Hola preciosura, ¿que te trae por aquí?—me sonrió con una pequeña reverencia.

—¡Quiero una habitación!—le lancé dos bolsas de monedas sobre la mesa. Ella abrió los ojos en mi dirección.

—Vale preciosura, aquí tienes—dejó una lleve sobre el mostrador que no tardé en agarrar.

Di un asentimiento y subí escalera arriba, la maleta pesaba cantidad.

(...)

Un día después...

—¿Entonces nos vamos en dos semanas?—preguntó Saimond cabizbajo.

—Si mi niño... El reino de los elfos será una buena opción... Estaremos bien—el asintió y me abrazó.

El grifo nos miraba desde el otro lado de la cama, estaba cómodamente echo un ovillo.

Traté de explicarle algunas cosas a Saimond. Le dije que ya no podíamos vivir en el castillo, le dije que Zyker no fue bueno.

Necesito avanzar, necesito estar lejos de Zyker. Al menos por un tiempo. No sé si pueda perdonarlo, no sé si sería capaz de volver. Sé que me quiere, pero no voy a aceptar una infidelidad de su parte y menos con esa mugre.

Rato después nos recostamos a dormir, abracé con cariño su pequeño cuerpecito.

Unas lágrimas rodaron por mis mejillas. Mi corazón sangraba, otra vez, dolía, dolía mucho.

Cada vez la vida me daba más pruebas de que el amor no existe.

Todo empieza muy bonito, eres muy feliz, pero al final siempre terminamos así, rotos.

Odio convertirme en alguien débil cada vez que me enamoro. Lo odio.

Miré la pulsera que compartía con él, solté un sollozo que ahogué en la almohada.

¿De verdad me ama?

Es posible que no tengamos un final juntos, pero sonreímos todas esas horas que pasamos juntos y solamente por eso valió la pena.

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora