Afra Tuedelaff
El sirviente me guío hasta la oficina del rey, pero cuando abrí se estaba comiendo a su amante encima del escritorio. Así que espere unas horas para regresar.
Me pare frente a la puerta dejando salir el aire de mis pulmones, podía sentir mis manos sudar dentro de mis guantes. Abrí la puerta y me quedé viendo al rey.
—¿Por qué no llamas a la puerta antes de abrir?—Ups, no me di cuenta.
—Ehhh—me quedo en blanco, tratando de buscar una justificación.
—Sientate—me ordena refiriéndose a la silla delante del escritorio.
Me siento y quedo delante de él con la mesa de por medio.
—Primero vamos a aclarar cuál será tu condena—farfulla poniendo sus manos sobre la mesa.
—¿Me vas a matar?—esbozo una sonrisa, sabiendo que no lo voy a permitir.
—No—me devuelve la sonrisa—Estas condenada a residir en este castillo hasta que yo ordene.
—¡¿Qué!?—suelto.
—Lo que escuchaste condenada. Se que puedes escapar, pero no lo harás.
—No me puedes encerrar aquí. Cómo voy a trabajar. ¿Me harás tu doncella o qué?—le dije apuntando su pecho, mientras soltaba la furia por los poros.
—Te tengo una propuesta—me da una sonrisa traviesa, mi pecho sube y baja, tengo la respiración demasiado agitada—Tienes que calmarte condenada, tus dos ojos están negros—miraba mis ojos con curiosidad.
Me quite los guantes y frote una mano con la otra. Puse mis manos sobre la mesa y el rey retrocedió un poco. Sentí como mi respiración se establecía y mi ojo izquierdo volvía a ser de color gris.
—¿Que propuesta?—le inquirí.
—Acepta ser mi consejera política—sonrío.
—¿Qué?—le pregunté sin entender.
—Eres perfecta para ser mi consejera política. Ayer me lo demostraste. Sabes cómo resolver problemas de manera simple y...—dejó de hablar mirando mis manos, baje la vista y ví mis uñas perforando la mesa.
—Discu-culpa—susurré desenchufando mis uñas de la mesa, dejando pequeños orificios.—Estaba nerviosa—admití, sintiendo mis mejillas calentarse.
El rey se empezó a rey se empezó a reír a carcajadas. ¿Se estaba riendo de mí? Que gracioso.
—¿Aceptas ser mi consejera, Afra?—me preguntó cuando la risa cesó.
—Pe-pero ya tienes a... ¿Acuña?—me miro con intriga.
—¡Ahhh! No me está sirviendo de nada, necesito a alguien que me ayude a ser mejor rey, que me ayude a levantar un reino digno de un rey como yo.—me miro directamente a los ojos sacándome un escalofrío.
—Acepto ser tu consejera con una condición—pareció mirarme con un toque de intriga entrecerrados sus ojos.
—Habla—me ordenó.
No tengo más opción, me condenó por los delitos cometidos, nadie dentro del reino me dará un trabajo y ya desistí de la idea de viajar a otro reino.
—Yo... solo quiero protección. Quiero dejar de usar mi capa, sin miedo a que me ataquen cuando van mis alas, sin miedo a vivir escondida solo por ser así—me expresé mientras una lágrima salía de mis ojos, sabía que ambos estaban grises.—Dejar de sentirme atrapada y ser como los demás—el rey me miraba con atención.
Se levantó de la silla y le dió le vuelta al escritorio hasta quedar a mi lado, agarró mis manos con cuidado de no lastimarse con mis uñas y me levantó de la silla. Dejándome frente a él, tan cerca que podía oler su perfume.
—Si eso es lo que quieres, es lo que te voy a dar—lo miré, viendo el dorado de sus ojos.
Sus manos fueron al broche de mi capa, lo abrió, quito la capa de mis hombros dejándola caer al suelo. Mis alas continuaban comprimidas a mi espalda. Puso sus abrazos alrededor de mí.
—Abre tus alas Afra, yo las voy a cuidar—dejo salir con una voz ronca.
Mire al piso, cerrando mis ojos y empecé a desplegar mis alas lentamente. Subí mi cabeza de golpe mirando al rey.
—Recuerda que eres mi consejera, pero no dejaras de ser mi condenada—mencionó regalandome una mirada intensa.
El rubor subió a mis mejillas, no se porque sus palabras me ruborizan. Que vergüenza.
—Quiero una cosa más de ti. Pero no te lo voy a pedir en este momento—suelta el aire—Le ordené a tu doncella que te despertara mañana antes de que salgan los soles, te voy a presentar ante mi reino.
—¿Qué?¿Sin capa?—retrocedí un poco
—Lo que escuchaste—replica.
Transcurrieron unos segundos en silencio.
—Gracias, rey—le agradezco.
—Zyker—me corrige.—Puedes retirarte si deseas.
Hago una corta reverencia, antes de caminar a la puerta.
—Afra—me llama el rey.
—¿Si?—me volteo hacia él.
—Gracias—susurra despacio. Yo solo asiento y me voy.
Ya sabía el camino hacia mi habitación. ¿Por qué me dijo gracias? ¿Por qué lo salve de morir? ¿Por qué lo ayudé con el reino? ¿Por qué acepte ser su consejera política? Quizás por nada o quizás por todo. ¿Qué hará con Acuña? ¿La despedirá? Creo que sí, pero dudo que deje de ser su amante. Hoy fue como una mezcla de emociones, me enoje al principio, me confundí, llore confesando lo que quería y terminé feliz sabiendo que por fin sería normal.
Paso el rato con Saimond, me comentó que el rey le contó la leyenda de la fabricante de estrellas. Le canté canciones para dormir, cerré mis ojos, esperando el día siguiente.
Nota del autor:
Está cap fue un poco más corto que los demás, el próximo será desde el Pov' de Zyker.
¿Que más le quiere pedir el rey a Afra?
Felicitemos a nuestra nueva consejera política.
¿Que va a pasar con Acuña?
Liuba🥑
ESTÁS LEYENDO
Las alas del atrix [1]
FantasíaAfra es el atrix, una criatura única en su especie que posee alas y ojos de diferentes colores. Estuvo encerrada hasta los 118 años, pero su vida cambia cuando atacan su reino mientras toca la flauta para todos, tiene que escapar y volar a un reino...