Capítulo 40

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Hoy me desperté y Zyker ya estaba vestido con uno de sus trajes. Me dijo que tendría un día muy ocupado. Primero iría al pueblo y después a su despacho.

Yo entendí de forma comprensiva. Desayuné en la habitación y me coloqué un vestido de la época victoriana.

Noal entró haciendo ruido. Cómo siempre.

—¿Dónde está mi atrix favorito?—rió sentándose en la cama.

—Soy única en la especie, por eso soy la favorita—el soltó una risotada.

—¿Qué tal con Zyker?—yo me encogí de hombros, él hizo un sonido nasal.

—Normal, está muy cansado del viaje—murmuré

—Es lógico—respondió.

—Tengo una duda, ¿por qué en Hurgaftan hay solamente tres reinas si hay cinco reinas?—pregunté curiosa.

—Porque todavía no estás casada con Zyker y el rey  Exel no tiende mujer—fruncí el ceño.

—Pero... Tiene a Kia. ¿Quién es la mamá de Kia?—interrogué.

—Exel embarazó a una meretriz y ella no le dijo nada hasta el día del parto, cuando nació la bebé ella murió—murmuró.

—¿Murió? Pobre meretriz...

—Para Exel fue un alivió, no le gusta estar atado a mujeres y menos con hijos de por medio—que cruel es ese hombre.

—Pe...—Luna entro al cuarto con rápidos, su cara estaba enrojecida.

—Ne-necesito tu ayuda...—lloriqueó ella.

Noal me dió una corta mirada y se levantó para ir hasta Luna.

—Te veo luego—me avisó Noal antes de salir con Luna.

Yo agité mi mano diciendo adiós. ¿Que le pasa a Lunita?

El aburrimiento me atrapó. Salí al pasillo, no había guardias, Saimond y Kia andaban por otras partes del castillo. Zyker estaba por el pueblo, Noal y Luna en sus asuntos.

Iba a entran a la habitación de Zyker pero me detuve viendo la puerta al fondo del pasillo. La puerta de los candados.

La curiosidad me ganó y llegué hasta ella. Tenía unas cadenas gruesas, ocho candados. Es imposible que yo pueda entrar sin ser descubierta. Todos se darían cuenta de que la rompí con las raíces.

Me encerré en mi habitación a pensar.

Una parte de mí gritaba:

«Tienes que entrar»
«Tienes que entrar»
«Tienes que entrar»
«Tienes que entrar»
«Tienes que entrar»

Pensé durante minutos mirando el paisaje a través de la ventana. Tenía que haber una manera de entrar.

Espera... LA VENTANA

LA VENTANA...

Asomé la cabeza por la ventana, se veían las ventanas de los cuartos restantes. Me lancé volando, aleteo hasta la última ventana, la de la habitación de candados.

Abrí la ventana, una gran nata de polvo salió haciéndome toser. Con cuidado entré y cerré la ventana para que nadie en el exterior lo notará.

El olor a mugre y suciedad predominaba. El suelo de madera negra se veía gris por tener una ligera capa de polvo.

Habían escobas, baldes, mantas, cosas para limpiar. Me estacioné delante de una «cosa» con unas sábanas blancas encima.

¿Más cosas viejas o otro cuadro que me traumatice? Sonreí de lado.

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora