Capítulo 5

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(...)

Dos días después...

—Hermana. ¿Aquí hay más niños?—me preguntó con ilusión. Se que no quería estar solo.

—No, Saimond. Pero pronto podremos salir e ir a otro reino—dije segura.

Solo me quedaban cuatro billetes verdes. Así que tengo que trabajar para ganar monedas, comprar comidas e irnos alguno a algún reinos.

Me visto con otro vestido negro y mi capa.

Hablé con Saimond, le dije que no saliera de aquí. Salí del edificio y empecé a buscar trabajo.

(...)

Cuatro hora caminando por las calles y nada. Todos los trabajos requerían a personas que sepan hacer magia y yo no sé.

Tengo una idea de que puedo hacer. Fui al departamento y agarré mi flauta. Iba a tocar para el pueblo, para los hechiceros. La idea sonaba espeluznante, necesitaba el dinero.

Observé a la chica calva antes de salir.

—Voy afuera—murmure.

—No hay problema—me dió una sonrisa de lado. Agite la mano en la que tenía la flauta como gesto para decir adiós. Me causa curiosidad ver cómo se tenza al ver la flauta. ¿Por qué?

Salgo, me estacionó alante de una tienda. Dejo los guantes en mis manos, subo la flauta a la altura de mi boca y comienzo a tocar. Muchas personas se ponen a mi alrededor. Algunas tienen una sonrisa y otras cara de horror.

—Esa chica si tiene agallas—grita un anciano. Frunzo un poco el ceño.

—Niña estás loca, guarda esa flauta—me grita una mujer a lo lejos. Ese comentario me deja más confundida aún.

—¡Guardiaaaas!—grita un hombre entre la multitud que se formó a mi alrededor.

Una fila de guardias llega desapartando a las personas. Llegan hasta mi agarrándome del brazo. Me trato de liberar pero no me lo permite. ¿Se dieron cuenta de que soy un atrix?

—Usted está detenida por romper la ley tres mil ochocientos dos, del artículo dos. Iremos al castillo a que reciba su condena—me empuja hacia delante. Dos guardias me sujetan los brazos mientras me retuerzo.

—¡No! Paren, yo no he hecho nada ilegal, solo toque la flauta—intente justificar mi acto.

—Niña, es ilegal tocar música dentro del reino. Firmaste tu sentencia de muerte—me farfulla un guardia en la cara.

—¡¿Qué?!—los guardias se rien a carcajadas

—Antes de venir aquí hadita, tienes que saber las leyes del reino.

Por lo menos creen que soy un hada y no el atrix. Me arrastran hasta el castillo, es gigante. Uno de los guardias toca la puerta. La puerta es abierta por un sirviente que se retira al instante. Mi capucha está sobre mi cabello y la capa sobre mi espalda. Al menos eso está en orden.

Me quedé atónica observando el castillo por dentro. Casi todo era blanco, los adornos y bordes de paredes tenían oro incrustado. Me arrastraron por una alfombra negra hasta abrir otro puerta gigante. Llego a un salón con un ventanal enorme y piso blanco. Levanté la vista y hay estaba el rey, recostado en su trono con una nueva corona y entre las manos tenía una... ¿Pluma? Tenía MI pluma.

Los guardias me tiran al piso haciéndome caer de rodillas, suelto un jadeo. Está gente está loca.

—Prisionera número veintidós en el día de hoy. Su majestad—le grita un guardia.

Las alas del atrix [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora