Lo que pensó que era su final se estaba extendiendo demasiado. Abrió los párpados lentamente, pesados como el plomo. Le costó ubicar la imagen frente a él con su borrosa visión.
Las afiladas garras de la criatura se habían detenido a escasos centímetros de su pecho, donde descansaba el relicario plateado que colgaba de su cuello. Lo observaba, curiosa.
Podía verse reflejado en el artilugio de plata en el pecho del cazador. Su rostro estaba cubierto de sangre, casi incapaz de reconocerse a sí mismo. Era una imagen que no lograría arrancar de sus recuerdos jamás.
Apartó su mano del cazador y se irguió dándole un vistazo a sus alrededores. El antes tranquilo paisaje se había ensombrecido con el resultado de la masacre que había tenido lugar allí. Volvió a mirar al cazador agonizante frente a él, a sus pies.
—Es suficiente. Tomar tu vida no cambiaría nada.
Tomó aire con su nariz para aplacar el instinto que aún permanecía arraigado en su mente, diciéndole que terminase con él.
Se agachó frente al humano y se inclinó para tomar uno de sus brazos. Tiró de él y lo llevó sobre su hombro. Con su otra mano agarró su cintura y lo levantó sin muchas dificultades.
Sintió un ardor en la herida en su rodilla cuando apoyó la pierna.
¿Qué estaba haciendo? Si no iba a matarle podría simplemente dejarle allí, a su suerte. Pero algo le impedía simplemente hacerlo. ¿Acaso era remordimiento? Ese humano acababa de intentar asesinarle junto a los suyos. Y él los aplastó en respuesta.
*Gracias* Las palabras del cazador se repetían en su cabeza como un eco. Acabada de tomar la vida de sus amigos, y le dio las gracias.
—Vosotros los humanos sois muy extraños. Definitivamente nunca seré capaz de entender vuestras acciones —dijo mientras se daba la vuelta para adentrarse en el bosque a su derecha.
—¿Por...qué? —dijo Aiacos, su voz era apenas un hilo mientras las lágrimas se deslizaban cayendo al suelo de hierba baja.
¿Acaso lo iba a perdonar? ¿Lo iba a sacar del bosque oscuro? Sus preguntas tendrían que quedarse sin respuestas por el momento. Cerró los ojos incapaz de mantenerlos abiertos por más tiempo. Una sonrisa se quedó plasmada en su rostro mientras el ser lo llevaba sobre su hombro como a un saco. Se quedó dormido.
—No lo sé —dijo el dios con voz queda, mirándole sobre el hombro. El humano había perdido el conocimiento, y no había mucho que pudiese hacer por él. Solo sabía destruir, como ya había demostrado. Devolvió la vista al frente para dejar atrás la macabra escena a sus espaldas.
La hierba baja del claro se mecía suavemente por la brisa nocturna, azotando lo que quedó de los mejores cazadores de Cepir. El rojo estaba presente en cada parte del área destapada bajo la luna, como si con una brocha se hubiese salpicado sobre un perfecto lienzo.
***
Lejos de todo lo que sucedió dentro de la arboleda, estaba quizás el más suertudo de todos los cazadores, Levanor. Esperaba justo donde se habían reunido antes de partir a la cacería con una única antorcha.
El aire estaba cargado de un hedor pútrido que llegaba incluso allí, revolviéndole el estómago.
No debía ser más que medianoche y ya había pasado algo más de una hora desde que sus camaradas continuaron la caza.
Tenía los nervios a flor de piel, sobre todo después de escuchar el rugido proveniente de las entrañas del bosque. Seguramente fue el último grito desesperado de la criatura después de que Aiacos y los demás tomaron su vida.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantasy"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...