Al norte de la Aldea de Cepir se encontraba el Lago Verde, un enorme cuerpo de agua, apenas caminando unos minutos a través del bosque. Estaba rodeado por un lado por la arboleda y por el otro por una inmensa cordillera montañosa que se extendía hasta la propia aldea.En esta zona los árboles eran de troncos largos y hojas verdes, como casi toda la arboleda. Sólo al sur del poblado se alzaban árboles de troncos rojizos y hojas amarillas, igual de altos y frondosos.
A la orilla del lago, en la amplia área despejada de hierba baja que se encontraba entre este y el bosque, estaba sentada cierta criatura con las piernas cruzadas e inclinada hacia delante. Observaba en el agua algo verdosa el reflejo melancólico de sus brillantes ojos azul marino, celestes lejos de la rendija que tenía como pupila, similar a la de las serpientes.
El acercamiento de la noche anterior había sido un fracaso, pero ya lo esperaba. Hacía mucho que conocía a los humanos, siempre reaccionando con violencia ante las cosas que desconocen, era su mecanismo de defensa.
Aunque mirándose bien, entendía por qué le temían. Era tan diferente a ellos, asustaría hasta el más valiente de los guerreros solo de mostrar sus largos y afilados colmillos.
—Es muy raro verte durante el día aquí —comenzó una voz, grave y melodiosa proveniente del agua del lago.
El ser se irguió y endureció su rostro, manteniéndose todo lo inexpresivo que podía. Era cierto, normalmente intentaba evitar esa zona mientras hubiese luz, ya que los humanos iban de vez en cuando.
—Estoy cansado de los humanos, no toleraré más sus ofensas —dijo la criatura algo decepcionada. Había sido bastante paciente con ellos, esperando que lo aceptasen, pero sólo había recibido rechazo de su parte.
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó irritado, pero la voz no respondió, como de costumbre cada vez que le hacía esa pregunta. Después de mucho tiempo dejó simplemente de hacerla, pero era algo que nunca abandonaba sus pensamientos.
Suspiró suavemente, conocedor del sepulcral silencio que le seguía a esa cuestión en concreto. —No importa la razón, los humanos nunca aceptarán a los dioses después de todo el daño que les hemos hecho, y menos a...—dudó por un instante antes de continuar mientras se inclinaba hacia delante para mirar su reflejo una vez más —...uno tan horrendo como yo.
Una criatura sacada de historias de terror, con escamas y garras afiladas como las de un dragón.
—¿Es tristeza lo que noto en tus palabras? ¿Esperabas algo distinto de ellos? —cuestionó curiosa la voz.
El dios frunció el ceño. Se estaba esforzando en ocultar todo lo que lo estaba atormentando por dentro, pero a "él" nunca se le escapaba nada.
—Esperaba descubrir, después de tanto tiempo, por qué me pediste que me acercase a los de su clase —respondió sincero con voz queda. La decepción era sin duda la reina de todas sus emociones en ese momento.
Frunció casi imperceptiblemente el ceño al notar que su presencia había desaparecido, estaba solo otra vez, siempre iba y venía cuando le convenía. El dios no sabía mucho de él, sólo que era una deidad muy antigua y que fue quien lo llevó a esa isla.
Pequeños pajaritos de plumaje morado y pico rojo se acercaron a él, revoloteando a su alrededor por un momento para luego posarse por todo su cuerpo. Extendió su brazo izquierdo y uno de ellos se acomodó en el dorso de su mano.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantasía"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...