Capítulo 12: ¿Los árboles tienen nombre? || Parte 2

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—¿Cuánto tiempo piensas seguirme? —gruñó el dios. La humana ya llevaba una buena parte de la mañana tras él y se le estaba agotando la paciencia. Pensó que se marcharía en cualquier momento. No podía entender sus motivaciones —. Vete de una vez.

—Claro. Si fueras tan amable de indicarme por dónde —contestó Mana, sarcástica.

—No tengo obligación alguna de decirte nada, humana insolente —disparó tajante el dios, sin voltearse siquiera.

—Pues entonces no me queda más remedio que seguirte —Mana se encogió de hombros.

La criatura chasqueó la lengua. Nunca había conocido a nadie así. Su atrevimiento era molesto y, algo agradable. Que alguien lo siguiese en lugar de correr en la dirección contraria. Eso era algo nuevo para él. Podía haberla perdido con suma facilidad, pero no lo hizo. También podía haberla matado. Su parecido con el cazador hacía evidente ver que estaban relacionados. La probable hija del causante de la herida en su rodilla lo seguía. Pero ahí estaba, caminando tan lento que casi podría rozar a la humana con su cola.

Los siguientes minutos se hicieron eternos mientras la humana se dejaba guiar por cualquier dirección que él tomase.

—El bosque oscuro es algo deprimente —dijo Mana, rompiendo el incómodo silencio. Miraba de un lado a otro. Los mismos árboles apagados en todos lados.

—Después de un tiempo, aprendes a apreciarlo —las palabras salieron de su boca sin pensarlo mucho. *¿Por qué le contestas? *.

Mana fingió estar sorprendida. —Así que puedes hablar. Pensé que me lo había imaginado —una risita se le escapó.

¿Qué era ese ruido? Estuvo tan tentado a darse la vuelta que toda su espalda se quedó rígida cuando se forzó a no hacerlo. Había escuchado las risas en la aldea, siempre distantes, como si la alegría de los humanos fuese incapaz de llegar hasta él. La chica se estaba riendo. El corazón se le aceleraba solo de escucharlo.

Enarcó las cejas. ¿Qué diablos le estaba pasando? La humana hizo algo. Algún tipo de encantamiento tuvo que lanzarle para provocar semejante reacción en él.

*Detente* Le ordenó a su órgano. Respiró hondo. Diablos. No se calmaba. En el siguiente paso apoyó todo su peso en la pierna derecha. Tensó la mandíbula para contener el dolor que revivió de su rodilla herida. Cualquier efecto extraño era capaz de eliminarlo perfectamente. Su pecho se había tranquilizado, pero ahora el ardor que recorría su pierna no lo dejaba caminar en paz.

Rompió el paso. Miró hacia la derecha. Se acomodó en el torcido tronco de un árbol. Esa herida era un problema. Debía descansar varias veces y haber forzado la rodilla solo lo empeoró. Cruzó los brazos frente a su pecho al mismo tiempo que inclinaba la cabeza hacia abajo. Cerró los ojos.

Mana se quedó frente a él con una ceja enarcada. No era el tipo más hablador que había conocido. Le bastaba con que no le arrancase la cabeza. Por alguna razón le había permitido seguirle. No era estúpida. Sabía que siendo un dios podría haber desaparecido al instante. Aunque, la razón por la que no lo hizo podía ser debido a esa herida en su pierna derecha. En cuanto la vio, supo que fue la que le propició su padre. ¿La mataría si sabía qué era su hija? Tragó saliva. El efímero pensamiento fue suficiente para sembrar el temor en su pecho.

El dios juntó las protuberancias sobre sus ojos.

Ahí estaban. Eso sí era miedo. Apretó las garras sobre las escamas de sus brazos. Ese sonido tan familiar era la prueba de que un humano nunca aceptaría su presencia. Los había ocultado muy bien, incluso intentó engañarlo con esa risa.

*¿Esperabas algo distinto de ellos? *. Como un eco, las palabras del dios del lago rebotaron en su compleja cabeza. La respuesta siempre era que no. Entonces, ¿por qué la decepción volvía a estrujar su pecho? Esa sensación tan amarga con la que había vivido toda su vida hasta que decidió que nunca más volvería a esperar su aceptación. Todos eran iguales.

El Dios de la Arboleda                           #premiosadam2024 / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora