Capítulo 10: ¿Cómo matar a una teje-susurros? || Parte 2

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El bosque oscuro no parecía muy diferente del resto de la arboleda. La última y única vez que había estado antes fue de noche. No tuvo oportunidad de verlo bien. Ahora todo era recatado por sus ojos. Habían cruzado el límite que marcaba el inicio de la zona oscura, una profunda depresión en el terreno. Una especie de canal. Parecía como si antes hubiese habido un río o una enorme serpiente se hubiese deslizado por allí. No lo dudaba. Nadie sabía a ciencia cierta qué tantas criaturas habitaban la vasta arboleda que se extendía por toda la región de Osir.

Avanzaron un par de minutos desde entonces y más adelante los árboles desaparecían. Según Igro había algo que quería comprobar, primero que nada.

—No te alejes mucho. Ya casi llegamos —pidió Igro por encima del hombro.

Mana apartó la vista del bosque y asintió. Se distrajo nuevamente con el entorno. Para ser sincera, pensaba que el bosque oscuro daría más... miedo. Aunque bueno era de día. Devolvió la vista al frente e Igro había desaparecido.

Abrió los ojos como platos y corrió a toda velocidad hacia el frente —¡Igro! —. Su corazón se descontroló entre los jadeos. Apartó de golpe unas ramas que iban directo a su rostro y no se percató del cambio en el terreno. Una empinada cuesta abajo apareció justo después de última línea de árboles.

—¡Igro! —sus ojos se iluminaron al verlo justo debajo a los pies de la bajada. Una sonrisa se ensanchó en su rostro. Y luego se espantó. No podía frenar, bajaba a toda prisa. Gritó.

Igro se dio la vuelta y arqueó las cejas al verla precipitarse hacia él a toda velocidad. —No intentes detenerte o podrías tropezar —aconsejó. Arrojó la mochila al suelo y se preparó para recibirla. Extendió los brazos a ambos lados. Iba con mucha fuerza, afianzó sus piernas en el suelo y esperó ser capaz de detenerla.

—¡No podría hacerlo... aunque quisiera! —replicó Mana. Llegó hasta él y lo derribó con el choque.

Mana se llevó una mano a la cabeza. Le retumbaba un poco. Apretó los ojos. Pensó que le dolería más, pero estaba sobre algo sólido y extrañamente cómodo. Abrió los ojos lentamente.

—¿Estás bien?

Parpadeó un par de veces. Se encontró con la mirada de Igro sobre ella. Sentía una agradable calidez rodeando su cintura y casi tocando la parte alta de sus nalgas. Tenía ambas manos aprisionadas entre los rígidos brazos de Igro. Su corazón latía casi tan desbocado como el suyo, a pesar de que su rostro no mostrase ni una pizca de descontrol. Perfectamente sereno.

Mana asintió. Extrañó el contacto cuando Igro apartó las manos de su espalda. Pero ella no se movió. La cercanía de sus rostros la hacía perder los estribos. Su respiración se aceleraba por segundos. Quería quedarse allí para siempre y apoderarse de sus tiernos labios. Quizás era la perfecta oportunidad para comprobar de una vez por todas que sucedería si ella diese ese paso. Si se atreviese a mostrarle todo lo que llevaba callando. Si se atreviese a besarlo. Su respiración se mezclaba con los lentos jadeos. Ardía en deseos de hacerlo.

*A la mierda las consecuencias*.

Igro frunció el ceño. Mana estaba acercándose peligrosamente a sus labios. Sus intenciones eran claras. No podía permitir que eso pasase. Rompería todo en ellos. Él no podía verla así. Aunque era consciente de que merecía algo mejor que ser rechazada. Quizás no era una mala idea dejarse llevar. Mana era hermosa. Sus ojos turquesas resaltaban cada parte de su bello rostro. Además, era muy difícil contenerse dada la situación.

*Mierda*. Sintió como su amigo de abajo comenzó también a pensar que era una buena idea. Estaba demasiado cerca. Sus jadeos solo lo empeoraban todo. Agarró los hombros de Mana con delicadeza.

El Dios de la Arboleda                           #premiosadam2024 / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora