Capítulo 17: ¿Dónde brilla el zafiro nocturno?

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Al mismo tiempo, y ajena a todo lo que concurrió en la posada, Mana esperaba con impaciencia en la orilla del Lago Verde. Había llegado algo antes de la hora acordada, pero no importaba. Los nervios atacaban su estómago mientras sus dedos tamborileaban sobre sus muslos. Estaba casi convencida de que esa vez sí iría. Aunque la pequeña duda de que no fuese así estaba rozando su corazón como una espina que con cada latido se acercaba más a perforarlo.

El sol ya estaba en su punto más alto cuando Mana cogió aire en su pecho para mirar en dirección al bosque a su derecha. Tenía que aparecer justo en ese momento o habría sido prueba suficiente de su desinterés.

Su corazón bombeaba tan rápido que los latidos se convirtieron en zumbidos en sus oídos. Aparecía. No aparecía. Dioses, esos segundos parecían horas.

Contuvo una sonrisa cuando vio una sombra moverse. No se iba a alegrar hasta que estuviese segura. Entornó los ojos. Se le abrió el alma cuando lo divisó junto a un árbol. Se permitió a sí misma aliviarse mientras se ponía en pie, pero su pecho no se detenía. El muy jodido escogió el momento en que los ojos del dios brillaron para desbocarse.

*Dioses*. Se llevó una mano al pecho.

Eso no podía ser normal. Ese encuentro iba a terminar matándola si se pasaba todo el tiempo así. Sus labios temblaban de las ganas que tenían de curvarse hacia arriba, pero les declaró la guerra para no parecer tan ilusionada. No sabía exactamente que iba a salir de todo eso y no quería montarse cuentos.

Él ni siquiera había hecho nada aún y ya la tenía al borde del desmayo. ¿No se movía? Mana reflexionó: era de día, no se iba a acercar hacia ella donde los árboles no protegiesen ese cuerpo tallado a medida. Tenía que ir ella hacia él. No lo iba a tener esperando para siempre, pero sus piernas no encontraban fuerzas para moverse. Apretó los dientes y comenzó a andar, consciente de que cada paso la acercaban más. No iba a echar a perder todo ese mes porque su cuerpo decidiese que era una mejor idea desfallecer que atreverse.

El lago quedó atrás y el sol ya no incidía sin clemencia cuando se detuvo frente a esas escamas azules. Sintió un calor correr bajo su piel aún más sofocante que el del gigantesco astro.

*No mires. No mires* Miró y el fuego en su interior se avivó.

Envidió al suelo azotado bajo su cola. *Estás enferma* ¿Por qué la ponía así? Como si fuese un crimen que usase taparrabos y no anduviese descubierto como de cintura para arriba. Las escamas de su abdomen eran ligeramente más pequeñas y delgadas que las que seguían a sus pectorales duros como rocas. Ver directamente a esos ojos fue su condena desde el principio. Desde entonces invadían sus sueños incluso despierta. Y como si hubiese estado esperando toda una vida para volver a verlos se perdió.

El dios arrugó el ceño.

Se dio la vuelta sin previo aviso y Mana se quedó embelesada por un segundo antes de reaccionar cuando las hojas secas crujieron. Sacudió la cabeza y gruñó. Detestaba que hiciese eso. La vista desde atrás no estaba nada mal, pero no era suficiente para aliviar su irritación.

Mana le siguió en silencio mientras los pocos nervios que le quedaban aún revoloteaban en su estómago.

Los seis o siete pasos que ya había dado fueron suficiente para hacerla perder la paciencia. Se apresuró para caminar a su lado. El dios había girado el rostro hacia ella lo suficiente para ser hipnotizada de nuevo en el corto instante que le tomó devolverlo al frente.

Lo estaba mirando sin ningún respeto ni recatamiento. Deseó que la tierra se la tragase por su atrevimiento. Cruzó las manos frente a su regazo con las mejillas ardiendo de la vergüenza y la mirada clavada en el suelo como si se le hubiese perdido la razón. Y tanto. Estaba caminando tan pancha junto a una de las criaturas más peligrosas de toda la arboleda sino de toda Yunan, pero estaba tan emocionada como para pensar en eso. Esa lógica sirvió para que sus tontos arranques se calmasen de golpe.

El Dios de la Arboleda                           #premiosadam2024 / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora