Mientras tanto, en la posada, Elia tuvo una mañana más bien tranquila. Por esa misma razón, Mana fue desde temprano al Lago Verde.
Había un grupo de adeptos sentados en una de las mesas largas a la derecha de la barra y otro de aldeanos al fondo del salón. Más que ellos, había uno que otro rezagado por ahí. Cada vez que los adeptos iban el resto se espantaba. Prácticamente le vaciaban el local. Nadie tenía la más mínima intención de mezclarse con ellos e incluso se enojaban porque ya ni siquiera podían estar en su posada con tranquilidad.
Elia suspiró. Esta situación se estaba poniendo complicada. Era mala para el negocio también. Y en ese tiempo que tampoco había muchos huéspedes era peor. Los ingresos casi eran netamente del salón.
Se irguió al escuchar los escalones a su derecha crujir.
El joven extranjero había bajado por las escaleras y se dirigió hacia la barra.
—Buenos días, señora —saludó con un hoyuelo en la mejilla.
—Espero que hayas podido descansar bien.
El chico asintió con la cabeza y sus rizos oscuros se mecieron contra su frente. —Vengo a pagarte lo que te debo. Ya me marcho —el choque metálico de las monedas sonó cuando colocó la bolsita con cuidado en la barra.
—¿Ah sí? Pensé que no te irías hasta que...
El joven colocó otra más grande encima de la barra de un golpe. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Hizo un movimiento con la cabeza para indicarle a Elia que viese lo que había dentro.
Elia dudó un poco y luego se atrevió. Con cuidado fue destapando las capas de la cubierta. Abrió los ojos como platos. —Esto es...
—Una criatura del bosque oscuro —hinchó su pecho, orgulloso. Había puesto los brazos en jarra —. Me tomó más de un mes hacerme con una, pero por fin podré regresar a la capital —contó con entusiasmo.
Elia volvió a cubrir la cabeza del milpiés con una risita entre dientes. Apenas era una cría, pero no iba a desmerecer su logro. Ya de por sí requería coraje ir al bosque oscuro como para además salir con vida de allí. —Muy buena caza, Tristan —aplaudió. El chico se había sonrojado. Elia pensó que se veía muy tierno mientras ocultaba su vergüenza en algún lugar del suelo a su derecha —. ¿Cómo lo hiciste?
La verdad nadie le dio mucha importancia porque pensaron que no sobreviviría una noche a la arboleda. Pero ahí estaba con un trofeo.
Tristan se frotó la nuca con la mano. —Creo que fue por la insistencia y mucha suerte —apuntó sutilmente con el dedo al grupo de adeptos a la derecha —. Anoche cuando entré en el bosque, les encontré a ellos. Habían reducido a cenizas a uno gigantesco y este pequeño salió huyendo a toda prisa. Se iba a meter bajo tierra justo cuando lo atravesé con mi espada.
Elia enarcó una ceja. El chico había usado muy bien la situación a su favor. Esperó el momento ideal para acabar con una presa cuando menos se lo esperaba. —Vaya. Eso ha sido muy de cazador. Buen trabajo, de seguro tu futura esposa estará más que contenta de tener a alguien como tú a su lado —alabó Elia con la intención de acompañar sus ánimos.
Un chasquido mental inundó su cabeza. De nuevo los adeptos estaban en otra conversación. De alguna forma se las arreglaban para estar en todos lados.
Las mejillas de Tristan se pintaron de rojo intenso. —No me merezco tales palabras —hizo una reverencia exagerada inclinando el torso hacia delante casi dándose con el borde de la barra —. Muchas gracias por todo, señora. Por darme un lugar donde quedarme todo este tiempo. Por perdonar mis impagos. Por darme comida cuando no tuve nada. Porque gracias a este lugar podré cumplir mi sueño —enumeró sin respirar antes de incorporarse.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantasy"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...