Se estaban tomando su tiempo detrás.
No había mucho que hacer y Elia comenzó a repasar algunos desperfectos en la estructura del establecimiento. Había agarrado su tablón de apuntes y una pluma para recorrer cada rincón. Uno de los pilares de apoyo en el fondo tenía una grieta cerca de la unión con el techo. Lo apuntó.
Pasó junto a Alania que bebía en silencio. Jamás fueron capaces de tolerarse ni siquiera porque eran literalmente familia. Desde pequeñas tuvieron sus "rencillas personales". Alania era muy prepotente y terca, y aunque ella antes era bastante más problemática, era algo que había quedado atrás. O eso siempre pensaba, pero cada vez que la veía los demonios de su adolescencia la poseían de nuevo.
Apretó la pluma ligeramente sobre la hoja y la tinta corrió.
—Posadera —llamó alguien tras Elia y se estremeció del susto. Se dio la vuelta para atenderle —. ¿Dónde está el cazador?
—¿S... —Elia abrió los ojos horrorizada. La pluma se deslizó de sus dedos y cayó al suelo. Era el gigante adepto del día anterior. Sus piernas se quedaron paralizadas al ver su rostro deformado de rabia.
—Te he hablado, mujer —escupió Zot mientras acercaba su rostro al de Elia —. Dime. Dónde. Está. Aiacos.
El adepto iba a apretar su hombro con una mano, pero se detuvo en seco a nada de ella. Elia movió los ojos un poco hacia la derecha: Unos delgados dedos estrujaban el antebrazo del hombre cortándole la circulación.
—Atrévete a tocarla y te haré comerte los testículos, asqueroso adepto —siseó Alania con un asco tan palpable que solo le faltó vomitarle encima.
Zot había arrugado el rostro y su brazo estaba perdiendo color. ¿Qué tanta fuerza tenía Alania? Una sonrisa macabra le adornaba el gesto mientras el adepto aguantaba el dolor sin hacer un ruido.
—Maldita cucaracha. No sabes dónde te has me... —Zot se quedó mudo cuando Alania ejerció más fuerza, y terminó por ahogar un alarido. Jadeó —. Ustedes patéticos cazadores jamás podrán compararse con nosotros.
Elia vio como la sonrisa de Alania cambiaba por la manifestación misma de la ira, su afilado rostro se endureció tanto que debía doler y se echó a un lado por puro instinto.
—Repite eso de nuevo. Bestia hedionda.
El adepto rugió y extendió la otra mano, vendada producto a la herida propiciada por Aiacos, hacia Alania.
Elia abrió los ojos como platos. Recordó como Alarick había sido mandado volando. —¡Alania!
En menos de un segundo la cazadora desenvainó un cuchillo de una de sus fundas en las costillas y la puso tras la nuca del adepto de modo que si la empujaba, la hoja tomaría su vida. No soltaba su otra mano y sus dedos también se estaban poniendo pálidos.
—No tientes tu suerte calvo de mierda.
Zot gruñó. Parecía frustrado.
Ambos se quedaron allí inmóviles. El que hiciese el primer movimiento iba a morir. Eso pensó Elia, pero por más que le daba vueltas no veía una manera que pudiesen zafarse. La tensión era tanta que las manos de la posadera sudaban casi al compás que el rostro del adepto. Alania por el contrario estaba tan serena que daba miedo.
Alania le dedicó una mirada de soslayo y asintió.
Elia entendió lo que eso significaba. Se alejó caminando hacia atrás con lentitud, chocó con una mesa y corrigió su retirada. Tenía el corazón latiendo tan disparatado que no escuchó lo que dijo su cuñada antes de pegarle una patada en el estómago al adepto. Casi se le desencaja la mandíbula cuando Alania salió corriendo mientras el gigante aún estaba doblado hacia adelante asimilando el golpe. Sabía que iba a hacer una locura.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantastik"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...