Capítulo 5: ¿Qué se desvanece al enfrentar la realidad? || Parte 3

4 2 0
                                    

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —cuestionó Mana.

Igro no lo dudó y llamó a la puerta con los nudillos. Dio un par de toques y se apartó.

Un par de pasos se escucharon detrás de la puerta que se abrió levemente con un chirrido y una mujer apareció por la ranura. —¿Sí?

—Hola, somos...amigos de Agito, señora —saludó Mana con una sonrisa y le dio un codazo a Igro en el costado para que la imitase.

Igro puso los ojos en blanco y forzó una sonrisa totalmente antinatural.

—Oh. Mana, no te había visto bien —abrió la puerta para quedar de frente a ellos —. Tendrás que perdonarme, pero últimamente estoy un poco despistada —desvió la mirada a Igro que se mantenía inexpresivo como una estatua. —¿Igro?

Igro asintió.

—¿Será que podemos hablar dentro? Hace un poco de calor aquí fuera —dijo Mana para romper la batalla de miradas vacías que se lanzaban entre ellos y la señora afirmó con la cabeza al instante haciéndoles espacio para que pasasen.

—La verdad es que está haciendo un poco más de calor de lo normal. En estas fechas ya comenzaba a refrescar un poco —comentó la madre de Agito mientras los guiaba hacia el salón y tomaba asiento en una de las sillas junto a Agito.

Mana e Igro se miraron por un segundo antes de tomar asiento frente a ellos en el sofá. Era algo duro y los cojines no ayudaban mucho a mejorar la comodidad, pero no se quejaron.

—Hola Agito —le saludó Mana con una cálida sonrisa. Entrecerró los ojos y siguió la dirección en que miraba Agito al fondo, donde uno de los armarios. Estaba totalmente embelesado sin prestarles atención.

Mana miró a Igro de soslayo que lo observaba con un brillo que nunca había presenciado en sus grises ojos.

Se formaron dos líneas entre sus cejas en el corto instante que le tomó devolver la vista al frente.

—Agito no ha vuelto a decir una palabra desde esa noche —dijo la madre mientras tomaba una de las manos de su hijo —. Pero estoy segura de que se alegra mucho de que hayan venido a verle.

Igro apretó los dedos entrelazándolos sobre sus muslos. El ruido de las voces a su alrededor se desvaneció mientras un molesto pitido invadió su mente y revivía la imagen de su hermano devorado hasta los huesos.

Él no debía haber estado allí. No había forma de que Inari arrastrase a Mana al bosque oscuro. Podía ser problemático, pero nunca le haría daño a nadie, y menos a Mana. Sabía de sobra el tipo de chico que era Agito y nunca le agradó que Inari se juntase con él, pues fue desde entonces que comenzó a meterse en problemas. Agito tuvo que haberlo obligado, y por su culpa, Inari, su pequeño hermanito...

La agonía lo quemaba por dentro, sirviendo de leña a la furia que amenazaba con encontrar su camino hacia el exterior. Sus uñas se clavaron en la piel haciendo que la sangre saliese.

—¿Igro? ¿Igro?

Volvió a la realidad cuando Mana tomó sus manos. Su respiración se había agitado, pero logró controlarla. Tragó saliva para bajar la piedra que se había alojado en su garganta mientras intentaba borrar el macabro recuerdo que tenía grabado a fuego en su memoria.

—Agito. ¿Qué hacía mi hermano en el bosque oscuro? —empezó Igro con la rabia acomodándose en su lengua.

—No tiene caso, Igro, ni siquiera sabe que estamos aquí —intentó calmarle Mana.

Igro apartó las manos de Mana de un empujón y endureció la mirada. Agito había desviado la mirada hacia él por un instante antes de devolverla al armario del fondo.

El Dios de la Arboleda                           #premiosadam2024 / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora