Los cazadores se estremecieron en un susto mudo cuando la voz de la criatura rompió el tenso silencio.Aiacos maldijo para sus adentros.
Los había detectado. ¿Desde cuándo? Habían sido muy cuidadosos al moverse y nadie hizo el más mínimo ruido. ¿Qué les delató? Quizás las antorchas, pero no hubiesen podido moverse sin ellas.
Prefirió dar lugar a la duda, quizás no se refería a ellos. Todos se mantuvieron dónde estaban cuando Aiacos negó con la cabeza para evitar que ninguno se moviese. Al menos no debía saber cuántos eran en total. No había que tomar decisiones apresuradas.
—Les escuché desde que entraron a la arboleda —agregó la criatura al ver que se mantenían callados —. Si querían tomarme desprevenido deberían haber borrado por completo el ruido. Incluso escucho el latido de vuestros corazones, temerosos de los dioses.
Aiacos comprendió la situación al instante y les echó una rápida mirada a todos sus compañeros. Estaban demasiado alterados, si no calmaban sus latidos, no tendrían ninguna oportunidad. Se aseguró de continuar controlando los suyos junto a su respiración. Giró el rostro para encontrarse con el de Igro, que parecía esperar su mirada, incluso más sereno que el suyo. Ambos asintieron a la vez como si supiesen exactamente lo que debían hacer.
Era normal, pasaban mucho tiempo juntos en la arboleda, cada uno era como una extensión del otro. Aiacos le enseñó todo lo que sabía así que era como mirar a una versión suya más joven, pero con mucho más potencial. La mente fría con la que Igro mantenía su temple era sorprendente, y algo escalofriante.
Igro se levantó y salió hacia el claro, abandonando su cobertura tras los arbustos.
—Veo que no será tan fácil cazar a un dios —dijo lo más firme que pudo, guardando cualquier rastro de miedo lejos de su voz—. Los cazadores no usamos artimañas como los adeptos para movernos —enarcó una ceja e irguió la barbilla con orgullo.
La criatura levantó la cabeza y abrió los ojos sin apuro. Se encontró con los ojos grises del joven cazador, que parecía luchar para sostenerle la mirada.
—Eres valiente, joven. O quizás necio. Pero sin importar lo que seas, no tendré piedad si osas atacarme. —Las palabras del dios llegaron a los oídos de todos los presentes, recorriendo sus cuerpos como una brisa gélida que caló sus huesos al instante.
—Los cazadores de Cepir no le tememos a los dioses —dijo a la vez que desenvainaba su espada del cinturón de cuero—. Nos han hecho demasiado daño y no lo permitiremos más —apuntó su espada al ser y su mirada se endureció tanto que el dios arqueó ligeramente la protuberancia carente de pelos sobre uno de sus ojos, algo sorprendido.
¿Estúpida o ingenua? Eran las únicas opciones que pasaban por su cabeza para justificar la actitud del cazador. Los latidos de los invasores que permanecían ocultos comenzaban a calmarse un poco. Sus palabras habían tenido efecto en ellos. Ahora sí estaba sorprendido, un pequeño discurso fue suficiente para levantar su moral nuevamente. Era una lástima, hubiese preferido que se marchasen sin dar paso a una batalla de la que sin duda no saldrían victoriosos.
*Más bien una masacre*. Corrigió en su cabeza.
El ser soltó un profundo suspiro.
Se puso en pie con total tranquilidad mientras su inexpresivo gesto cambiaba por uno vacío. El suave brillo celeste que habitaba en el borde de su iris azul marino desapareció y su mirada destilaba indiferencia. ¿Acaso un humano vacilaba cuando cazaba a un conejo?
Precisamente eso tenía frente a ellos, su presa. No tenía por qué dudar.
Igro tragó saliva.
La presión a la que el ser lo tenía sometido solo de mirarle era demasiado para él. Se había forzado a no apartar la mirada para que no supiese el temor que se había asentado en su pecho. Debía demostrarles a los suyos que se le podía plantar cara, pero estaba siendo angustiante, no sabía cuánto tiempo más lo soportaría.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantasy"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...