A la mañana siguiente, Aiacos se encontraba mucho mejor. Su último viaje a la arboleda apenas y le provocó una profunda noche de sueño. Pensó que no sería capaz después de la noticia que recibió a su llegada. Rilas había muerto. Le sentó como una patada en el estómago y no pudo evitar sentirse culpable por no haber estado allí para él. Rilas había confiado en él, siguiéndolo al bosque oscuro.
Llevaba callado desde le pidió a Alarick que lo siguiese a casa del doctor Nereus, tenía algo que mostrarle. No tuvo que buscarle, pues estaba en la posada desde tamprano. Se había vuelto habitual.
Le dedicó una mirada de soslayo. De seguro ya sabía por qué le pidió que lo siguiese. Tenía los hombros hundidos y la mirada cansada. ¿Cuántas noches ha dormido desde entonces? ¿Acaso dormía? Las enormes bolsas bajo sus ojos indicaban lo contrario.
No tardaron en llegar donde Nereus. Alarick le detuvo antes de que Aiacos le diese un par de toques con los nudillos a la puerta.
—Aiacos, ¿sufriste cuándo pensaste que no verías a Mana jamás?
Duro. Aiacos sintió como un puñal se clavaba en su pecho solo de imaginarlo. Apretó los ojos. —Sí, sentí que le causaría un dolor irreparable —confesó.
Alarick esbozó una breve sonrisa. —Yo les perdí a los dos a la vez. Imagina perder a Mana dos veces. No sobrevivirías a eso.
Aiacos sabía a donde quería llegar. Sabía de sobra por qué irían a casa de Nereus. Y si no le dijo al instante que estaban vivos, era porque lo que tenía que decirle era demasiado duro.
—Sé lo que me espera detrás de esa puerta —dijo Alarick con ojos llorosos —. Pero no creo ser capaz de soportarlo.
Aiacos puso una mano en su hombro y lo apretó. Alarick asintió. Dio un par de toques en la puerta y tras unos segundos, Nereus abrió.
Nereus movió la cabeza a modo de saludo y les indicó que le siguiesen. —Cierra la puerta, Aiacos.
Aiacos cumplió y ambos le siguieron hasta su taller, justo a la derecha una vez entrabas al salón. Separado por una larga cortina blanca. Alarick entró primero y Aiacos titubeó antes de mover la cortina con el brazo, dejándola atrás. Alarick se había llevado las manos al rostro y su cuerpo se estremecía de los sollozos.
Aiacos avanzó hasta quedar a su lado. Hendrik y Eric yacían boca arriba sobre dos largas mesas. Nereus había hecho un buen trabajo reconstruyéndolos. Ambos estaban cubiertos casi hasta la clavícula por una sábana verde, ocultando cualquier imperfección en sus cuerpos.
Alarick pasó su mano por el rostro para limpiar las lágrimas y se acercó hasta que quedó en medio de los dos hermanos. Aiacos rodeó la mesa a la izquierda para quedar del lado de Eric. Tenía los ojos cerrados y su gesto era sereno.
La imagen regresó a él como un destello y apretó los ojos para borrarla.
—Hijos míos —Alarick se rompió y cayó al suelo arrodillado. Las lágrimas salían sin control. Liberó un alarido de rabia.
Aiacos sintió como su garganta se estrechó y tragó saliva.
—Espero encuentres consuelo en poder darles un entierro apropiado —dijo Nereus con su usual tono indiferente. Aiacos dirigió su mirada hacia él. El cuerpo de Vailor había desaparecido, así que él fue privado de ese privilegio —. Tus hijos murieron como cazadores, ten algo de orgullo y mírales bien.
Nereus podía ser algo brusco.
Alarick controlo un poco sus llantos y se puso en pie agarrándose de una de las mesas. Inspiró con brusquedad y una triste sonrisa se plasmó en su rostro antes de que el aire saliera torpe entre sus labios. Acarició los rostros de ambos con sus manos.
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El Dios de la Arboleda #premiosadam2024 / #PGP2024
Fantasía"Incluso cuando tú no estés, yo seguiré aquí. Los mantendré con vida dentro de mis recuerdos, para siempre". En lo más profundo de la arboleda, donde los dioses caminan entre mortales y la oscuridad oculta secretos insondables, los doce cazadores m...