Capítulo 7

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Kalman, el actual Rey de Gianeth, gobierna tanto el Norte como el Sur. Su ascenso al trono fue inesperado y polémico, ocurriendo tras la repentina muerte de su padre, Alden I, cuando Kalman tenía tan solo diecisiete años. En una situación normal, el trono habría sido heredado por su hermano mayor, Alden II, quien en ese momento se encontraba en las densas tierras del Sur negociando con el líder sureño para establecer nuevos términos del Tratado de Paz, los cuales se renuevan y revisan cada año.

Sin embargo, la inmediatez del contexto político y la influencia del consejero real, Percival Norwood, precipitaron la coronación de Kalman. Él fue quien insistió en una rápida coronación, alegando que Alden II era un traidor y que no regresaría del Sur. Esta acusación, aunque carente de pruebas sólidas, fue suficiente para convencer a la corte y proceder con la coronación de Kalman, evitando así un posible vacío de poder.

Kalman es conocido por sus pensamientos extremistas y egoístas, que han llevado a gran parte del continente de Gianeth a una fuerte crisis de pobreza. Bajo su influencia, solo los nobles, comerciantes y aquellos con capacidad económica significativa han logrado prosperar, mientras que la mayoría de los pueblos que no son autosuficientes, sufren miseria y opresión.

Tras su ascenso, Kalman recibió el apoyo de un grupo conocido como "Los Hilos de Oro". Este movimiento, liderado por el teniente líder de la base militar, Redhuin, buscaba consolidar y mantener a Kalman en el trono. Los Hilos de Oro son principalmente una facción del Norte, con su base en la capital de Reposo del Rey.

El movimiento de Los Hilos de Oro ha jugado un papel crucial en el apoyo militar y político de Kalman, ayudando a estabilizar su gobierno y a contrarrestar, si lo hubiese, cualquier intento de reclamación del trono por parte de Alden II o sus seguidores, los llamados "Cuervos Blancos". —La historia del moderno Gianeth.

(Fragmento extraído del libro "La historia del moderno Gianeth".)

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Hemos abandonado el molino tan pronto como el sol ha atravesado las ventanas y bañado la madera vieja de ese color cálido de la mañana. Pensé que dormiría más, debido al agotamiento y a que me he despertado varias veces en la noche para ver cómo estaba el dragón. Sorprendentemente ha dormido mucho, aunque cuando me desperté, no quedaba rastro del conejo sobre la mesa. Y no me quiero imaginar cómo ha pasado.

El aire frío de la mañana nos envuelve mientras ajusto la bolsa desde mi hombro, sintiendo el cálido peso del dragón acurrucado en su interior sobre mi abdomen. Sus suaves respiraciones me dan una placentera sensación de calma. Él ha sido quien me ha mantenido caliente toda la noche, no he sentido ni la más mínima pizca de frío, y eso que nos daba directamente una leve corriente de aire desde alguna brecha en el techo.

Nos queda más de medio día de camino hacia casa y esta vez no voy desprevenida, la honda cuelga de mi cinturón y tengo varias piedras en el zurrón de la montura para poder defendernos, ya que tenemos que volver por el bosque.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora