El continente de Gianeth es tan hermoso y mágico como peligroso y aterrador. Sus bosques, verdosos y frondosos, se transforman en la noche con una oscuridad inquietante, llenándose de criaturas aterradoras y sombras tenebrosas. Las leyendas cuentan que, algunas de esas grandes criaturas, fueron creadas por los dioses para fortalecer la mente y el cuerpo de los humanos, poniéndonos una vez más a prueba.
Frente a estos horrores, nacen los Cazadores de Hierro, una orden de valientes humanos dedicados a proteger a las aldeas y pueblos de las criaturas que acechan en la noche. Armados con armas forjadas en acero y plata, arcos o dagas.
Estos cazadores, arriesgan sus vidas para garantizar la seguridad de los inocentes a cambio de un generoso agradecimiento. —La historia de Gianeth.
(Fragmento extraído del libro "La historia de Gianeth".)
La ciudad se despliega ante mí con su majestuosidad oscura y su energía vibrante. Los edificios que nos rodean están construidos casi en su totalidad de piedra negra, dándole a la ciudad una esencia sombría y, al mismo tiempo, imponente. Las fachadas son altas y robustas, adornadas con detalles intrincados. Las ventanas son estrechas y las puertas de madera de ébano con refuerzo de hierro.
Las calles están pavimentadas con los mismos adoquines oscuros y el bullicio de los sureños comerciantes destaca entre el silencio y nuestros pasos. Pasamos cerca del mercado y frunzo el ceño al ver que el pescado tiene un color grisáceo y nada de brillo en sus escamas u ojos, el color de la carne se ha oscurecido tanto que es difícil adivinar cuánto tiempo lleva muerto el animal.
De repente, un tufo aplastante, nauseabundo, me golpea con una fuerza tal que me obliga a detenerme en seco. El olor es denso, penetrante, como una mezcla entre sangre y podredumbre. Me giro hacia la fuente de esa pestilencia y lo veo: en una esquina cercana, varios soldados de capa burdeos están amontonando cuerpos sin vida, unos encima de otros. Sin importar si son niños, hombres o mujeres.
La escena es una visión del mismísimo Inframundo. La carne está manchada de sangre seca y el hedor de la muerte se arremolina alrededor de ellos como un manto grueso. Un escalofrío recorre mi espina dorsal, y siento como las rodillas me fallan por un instante.
Mis ojos se abren de par en par y el horror me atrapa amenazándome con quedarse por un buen tiempo.
—Malditos sean los Nueve... —Mi voz, que apenas es un susurro tembloroso, no es capaz de expresar la repulsión que siento.
Cayden se gira hacia mí, su rostro serio, ausente de emociones que pueda destacar.
—No te dejes asustar, Elira. Eran vándalos, salvajes que apoyan el odio hacia el Norte —dice con voz baja y uniforme, como si estuviera hablando de algo tan normal como el tiempo o el precio de la carne en el mercado. —Deberías haber visto la bienvenida que nos dieron cuando llegamos hacia aquí. Cuando supieron que éramos norteños que buscaban una explicación por el incumplimiento del Tratado de Paz.
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Balada de sangre y fuego
FantasyEn las profundidades de los sueños de Elira, un dragón la visita noche tras noche, un presagio de un destino desconocido. Intrigada por este vínculo, se aventura en busca de respuestas para estas insistentes visitas, pero tan solo logra descubrir un...