Capítulo 16

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No puedes vencer a tus dúmen si disfrutas de su compañía —Audrey.



El eco del ataque aún resuena en mi mente mientras abro los ojos poco a poco y la oscuridad se disuelve lentamente

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El eco del ataque aún resuena en mi mente mientras abro los ojos poco a poco y la oscuridad se disuelve lentamente. La primera sensación es el dolor, sordo y punzante, en mis costillas. Me esfuerzo por enfocar, pero mi visión es borrosa y el mundo a mi alrededor parece girar.

Me toma unos segundos y unos cuantos parpadeos más darme cuenta de que estoy en una habitación totalmente diferente. La luz que se refleja desde el portillo es tenue, filtrándose a través de azules cortinas gruesas. El aire huele a sal y a algo dulce, una brisa suave mueve ligeramente las telas y me percato de que ya no es de noche, es más, parece que está atardeciendo. Intento incorporarme, pero una ola de dolor me atraviesa y gimo, echándome hacia atrás en el colchón. Bajo la mirada hacia el tirón que siento en la piel y me percato de que el torso está envuelto en vendajes apretados. Paso la mano suavemente por ella, intentando recordar el momento en el que me las puse.

—Por desgracia para ti, no he sido yo quien te las ha puesto, sino las mujeres del barco —dice una voz a mi lado. Giro la cabeza y veo a Daelion sentado cerca, sus ojos clavados en mí. Las piernas están ligeramente abiertas, una de ellas estirada hacia adelante, mientras que la otra permanece doblada, apoyando su bota negra firmemente en el suelo.

Una de sus manos descansa sobre el reposabrazos del sillón con los dedos extendidos. La otra mano está posada en sus labios, con el pulgar y el índice apoyados ligeramente contra la curva de su boca y yo trago saliva al ver cómo sus dedos se mueven levemente, trazando círculos distraídos sobre sus labios. Durante unos leves segundos consigo ver una pequeña herida en uno de ellos.

Alejo la mirada de él, devolviéndola al techo. Cierro los ojos y tomo una larga bocanada de aire, tan larga como me permite el dolor.

—¿Qué pasó? —pregunto sin mirarle.

—Te desmayaste. Imagino que, por el dolor, el agotamiento... Quién sabe.

Se incorpora, haciendo crujir el cuero bajo su peso. Giro la cabeza con cuidado, y me dedico a explorar la habitación con la mirada. Es más acogedora que cualquier otro lugar en el que haya estado en este barco. La cama es blanda, los muebles oscuros, y una lámpara de aceite parpadea suavemente en una mesa cercana. En un rincón de la habitación hay un pequeño escritorio con una pila de papeles cuidadosamente ordenados. ¿Dónde estoy?

—Estás en mi camarote —dice tranquilo, como si me hubiese leído la mente.

La confusión comienza a disiparse lentamente mientras que una sensación cálida y suave me roza el brazo. Miro hacia abajo y veo a mi pequeño dragón, acurrucado junto a mí. Alza ligeramente la cabeza y apoya su pequeño hocico en mi abdomen, justo encima de las vendas. Sus ojos brillantes me miran fijamente y ronronea.

—¿Por qué está aquí? —pregunto acariciando su cabeza suavemente mientras que mi ceño se frunce con más confusión.

Daelion esboza una sonrisa leve, su expresión parece más relajada, aunque aún se percibe el cansancio en sus ojos.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora