Capítulo 35

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Roxie, conocida como "La niña de plata", es una pirata del continente de Gianeth. Su historia comenzó a temprana edad cuando se coló en el barco de su padre, un temible pirata que buscaba descubrir si existían tierras más allá de Gianeth, sabía que ello le haría ganar dinero y fama. Durante esa travesía, casi al borde del mapa, fueron atacados por una criatura colosal, descrita por Roxie como un monstruo de ocho largos tentáculos y ojos amarillos que era mucho más grande que cualquier navío o Santuario conocido. Tras el ataque, La niña de plata fue la única superviviente, quedando a la deriva en los restos del barco. Durante cinco días, luchó contra la sed y el hambre, hasta que finalmente llegó a las costas de Tormento de Ruin, una región temida por los navegantes. Este trágico evento marcó el inicio de su vida como pirata, y su fama se extendió entre los mares por su valentía, coraje y temprana edad para desafiar las leyes. —La historia del moderno Gianeth.

 —La historia del moderno Gianeth

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Daelion Knight

La noche es clara, pero fría, y la oscuridad solo se rompe por la luz suave de las lámparas de aceite que Tarec ha colgado cerca del timón. El barco se desliza por el agua con un ritmo casi hipnótico, un balanceo constante que, por alguna razón, me resulta más relajante de lo habitual. Tal vez sea la compañía, o el hecho de que finalmente estamos alejándonos de Aldermoor y de todo lo que aquello implica. La luna se refleja en las olas, creando sombras danzantes que parecen moverse al compás de las conversaciones que flotan en el aire.

Nos hemos reunido junto al timón, sentados en la madera del suelo para cenar. Es un momento sencillo, casi insignificante, pero lo aprecio más de lo que me gustaría admitir. Tarec reparte la cecina, cortada en tiras gruesas, mientras Elira distribuye las últimas zanahorias crudas que quedaban en la bodega. La comida es modesta, pero el ambiente cálido y la compañía lo compensan con creces.

Elira se sienta cerca de mí, tan cerca que el calor de su cuerpo casi rivaliza con el de las lámparas de aceite. Me esfuerzo por no mirarla directamente, aunque mis ojos la siguen inconscientemente. Esos momentos en los que baja la guardia, en los que se permite sonreír, son los que me desconciertan más. Su risa es ligera, pero hay algo en ella, en la forma en que se curva sus labios, en la manera en que su mirada se suaviza, que me atrae de una manera que no consigo entender del todo.

A su lado, Neyvelan mastica la cecina con una concentración que parece demasiado seria para un dragón de su tamaño. No dejo de maravillarme cada vez que lo veo, tan pequeño pero tan lleno de vida. Una vida que creía fielmente extinta hasta hace casi un mes. No es fácil asimilar su presencia, y aunque debería estar más acostumbrado, sigo sin poder creerlo del todo. ¿Quién podría? Un dragón, en un mundo que creíamos desprovisto de ellos, y aquí está, compartiendo una cena con nosotros

—Es impresionante lo rápido que come —comenta Tarec, rompiendo el silencio mientras se lleva una tira de cecina a la boca.

Elira asiente, observando a Neyvelan con un toque de orgullo.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora