Capítulo 3

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[...]Las sirenas son mujeres maldecidas por Erebus, dios de los mares y océanos.
No por haber hecho algo malo, sino más bien por no haber hecho.
Cansado de la horrible mujer con la que fue obligado a casarse, buscó chicas jóvenes, muy jóvenes con las que disfrutar un poco más su aburrida inmortalidad. Todas ellas alguna vez se negaron a yacer con él y darle la satisfacción de tomar sus cuerpos como si fueran simples animales.
Eran hermosas, todas ellas, más hermosas que su fea mujer, pero no fue suficiente con violarlas que las maldijo para siempre, viviendo bajo los mares. Mitad mujer y mitad pez, orgulloso por su creación. [...]

Desde entonces, ellas nadan a través de esos océanos y mares, malditas para siempre. Nunca más podrán hablar, tan solo podrían cantar. Lo que Erebus más amaba.
Esperando a que los marineros crucen sus largos mares para poder cantarles, atrayéndolos así junto con su increíble belleza y conseguir llevárselos al fondo más oscuro y tenebroso de los mares para cumplir un día más con su venganza. —Bestiario de Neyra.

(Fragmento extraído del libro "Bestiario de Neyra" .)


El corazón martillea contra mis costillas como si intentara escapar de mi pecho

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El corazón martillea contra mis costillas como si intentara escapar de mi pecho.
La habitación está oscura, pero mis ojos están bien abiertos, fijos en el techo. Siento una opresión en el pecho, como si una mano invisible me apretara con fuerza, impidiéndome respirar con normalidad. Intento inhalar profundamente, pero aun siento como el aliento denso del dragón golpea mi cara incluso parece que aun puedo oler su aroma terroso.

Mis manos tiemblan cuando me las llevo al rostro, palpando mi piel húmeda de sudor frío. Sigue ahí, latiendo debajo de mi, una corriente eléctrica que no se disipa. Las sábanas están enredadas alrededor de mis piernas, y me cuesta liberarme de ellas, como si fueran tentáculos que no quieren dejarme ir. Miro hacia el lado donde debería estar Lanera y enseguida sostengo el susto que me atraviesa los pulmones. Ella quería dormir con papá y mamá esta noche, por eso no está.

Me siento en la cama, intentando calmarme, pero el malestar persiste. Un nudo de ansiedad se retuerce en mi estómago, y siento que podría vomitar. Cierro los ojos y las imágenes del sueño vuelven a inundar mi mente.

El imponente dragón que vuela sobre mi, buscándome y reclamandome desesperadamente. Cuando abre sus alas y tras él el brillante sol escondido en las nubes que lo atraviesa. Cuando agacha la cabeza y queda a mi altura clavándome sus ojos de color ámbar. Cuando todo se convierte en una repetida espiral, el agua se lo lleva y tan solo puedo oír «encuéntrame, Elira» , dicho con ese tono desgarrador...

Hoy parecía tan real que no puedo evitar estremecerme.

Abro los ojos de nuevo, buscando desesperadamente anclarme a la realidad. Todo en la habitación parece extraño y amenazante bajo la luz tenue de la luna. Los muebles proyectan sombras largas y distorsionadas, y cada crujido de la casa parece amplificado en el silencio de la noche. Me paso una mano por el cabello, que está pegajoso de sudor, tratando de recordar que estoy a salvo, que todo fue solo un sueño.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora