Capítulo 21

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Allá donde las tierras del Sur rozan el fin, allá donde el calor es tan abrasador que no nacen las plantas ni flores, donde el viento es tan seco que la piel se agrieta y los labios se enrojecen, donde el agua dulce es un bien muy escaso. Nace La Tierra del Desolado. Un inhóspito desierto al que se destierran a los culpables de crímenes atroces tales como asesinatos, violación, traición, adulterio... Estas tierras quedan divididas del Sur por grandes montañas de tierra que se alzan altas en el cielo. 

Sin recursos ni compañía, los condenados viven en un estado de desesperanza, con cuerpos y almas marchitándose lentamente.  —La historia de Gianeth.

(Fragmento extraído del libro "La historia de Gianeth".)

Evander me mira como si la confusión fueran las manos que han esculpido su rostro

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Evander me mira como si la confusión fueran las manos que han esculpido su rostro. Abre la boca, pero la cierra al escuchar cómo un hombre vestido de negro le grita desde la cubierta.

—¡Harlow, tenemos que irnos ya!

Él tira con delicadeza de mi brazo, pero mis pies se detienen, obligándome a mirar hacia atrás, hacia el caos que dejamos a nuestras espaldas. Las llamas envuelven los edificios, y el humo oscurece el cielo, dándole un tono anaranjado digno del mismísimo Inframundo. Los gritos de los soldados y sureños se mezclan en un rugido ensordecedor que reverbera en mis oídos.

Huímos mientras ellos luchan por un futuro más justo.

—¡Espera! ¡Haroun se ha quedado atrás! —grito. La desesperación tiñendo mi voz.

—Elira, él hace mucho tiempo fue un Cazador de Hierro. Se las apañará bien. Siempre se las ha apañado —dice con algo que diferencio como destellos de orgullo en su voz.

Subo por la pasarela de madera, sintiendo el temblor bajo mis pies. Las manos de Evander son mi principal estabilidad, la razón por la que no he caído al mar aún.

Son demasiadas cosas que procesar, no puedo con todo.

Miro constantemente hacia atrás, esperando verle en medio del caos. Esperando que Cayden no haya acabado con él.

Cazador de Hierro y sureño. ¿Quién lo diría? Ahora que proceso la cicatriz que cruza su cara, dudo mucho que ella haya sido algo humano el que le hizo eso.

Las chispas vuelan en el aire, y el calor de las llamas se mezcla con el frío de la noche y el olor acre del humo.

—Daelion —digo cuando mis pies finalmente pisan la madera de la cubierta del barco—, ¿está bien?

Evander frunce el ceño y su mano se aprieta levemente alrededor de la mía con cariño.

—¿El Teniente Knight? —pregunta.

—Sí.

—Está siendo revisado por el médico del pelotón en la bodega. ¿Le conocías?

Sus ojos se abren ligeramente por la sorpresa.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora