"El destino es el agua que cae de la tinaja de Nemertes, creando un río por el que fluye sin detenerse, arrastrándonos con él. No podemos cambiar su curso, pero podemos elegir cómo navegamos sus aguas." —Aubrey.
Galopamos a una velocidad que parece desafiar las leyes impuestas por los dioses, estos animales casi rozan lo divino. Siento la tensión en las riendas mientras me inclino hacia adelante, tratando de darle a mi yegua la facilidad que necesita para mantener ese galope largo y sostenido. Daelion avanza a mi lado, su caballo moviéndose con la misma velocidad que el mío, aunque sus grandes cascos resuenan hasta en lo más profundo de los bosques que nos rodean.
Mi corazón late al ritmo frenético de los cascos contra el suelo, y no puedo evitar que el miedo se apodere de mí. ¿Qué habrá pasado para que salte justo esa alarma? ¿Ha llegado Evander, o nos están atacando? He estado esperándole todos los días y ahora, con esta alarma, la incertidumbre se aprieta sobre mi garganta como una cuerda con espinas.
Las sombras del bosque se desvanecen cuando finalmente vemos la base a lo lejos, una estructura envuelta en un caos lleno de incertidumbre que me deja sin respiración por varios instantes. Abro los ojos con fuerza al darme cuenta de que la enorme puerta principal está abierta de par en par. La atravesamos a galope tendido, y el sonido de los cascos de los caballos reverbera entre la oscuridad. Todo es un torbellino de movimiento y ruido. Soldados que corren de un lado a otro, sus uniformes negros destacando contra la poca luz que emana de las antorchas y las lámparas de aceite, proyectando sombras inquietantes que se mueven rápidamente sobre las paredes que me hacen tragar saliva con dificultad. El sonido de la alarma es más fuerte y parece vibrarme justo en el estómago, en mi sistema nervioso.
Daelion se detiene de golpe, tirando de las riendas con una precisión que hace que su caballo se detenga casi instantáneamente. Yo hago lo mismo, aunque mi corazón sigue galopando dentro de mi pecho. Sin perder tiempo, él se desliza de su montura y su mirada se cruza con la mía cuando sus botas tocan el suelo.
Antes de que pueda reaccionar, se acerca a mí y, con un movimiento decidido, toma mis caderas con ambas manos. El contacto es firme, pero no duro; sus dedos se asientan con seguridad en mi cintura, enviando un calor inesperado a través de mi cuerpo. Siento una especie de electricidad en el aire, como si su toque tuviera el poder de encender algo dentro de mí que no sabía que existía.
—Voy a ayudarte a bajar —dice, su voz baja y suave, incluso entre todo este caos.
Asiento sin decir una palabra, mi respiración súbitamente acelerada. Daelion me levanta con una facilidad que me deja sin aliento, como si no pesara nada y mis manos se posan involuntariamente sobre sus hombros, buscando algo de equilibrio. Siento la fuerza contenida en sus músculos, el latido del pulso acelerado bajo su piel. Sus manos se mantienen firmes y seguras mientras me baja con lentitud, asegurándose de que mis pies toquen el suelo.
ESTÁS LEYENDO
Balada de sangre y fuego
FantasyEn las profundidades de los sueños de Elira, un dragón la visita noche tras noche, un presagio de un destino desconocido. Intrigada por este vínculo, se aventura en busca de respuestas para estas insistentes visitas, pero tan solo logra descubrir un...